RELATOS RELIGIOSOS 2

 

 

 

Artículo publicado en el diario INFORMACIÓN, el 27 de marzo de 2002

 

 

 

EL ABUELO” ESTRENA TRAJE

 

 

 

Sí, “El Abuelo”, como coloquial y cariñosamente llaman los oriolanos a su Patrón, Ntro. Padre Jesús Nazareno. Por fin ha sido posible, la imagen del Señor ha estrenado nueva túnica.

Cuando comenzó la nueva singladura en la Fraternidad Local de la Orden Franciscana Seglar de Orihuela, en junio de 1996, el Consejo que salió elegido en aquél Capítulo se fijó como objetivos prioritarios tres cosas que necesitaba la Mayordomía con urgencia: Cambiar las vesta y cirios de los nazarenos; realizar nuevo trono para llevar a hombros al Stmo. Cristo de la Agonía; el último de los proyectos fijados fue confeccionar una nueva túnica a Ntro. Padre Jesús, ya que presentaba un aspecto de deterioro la que usaba en aquellos momentos.

No cabe duda que este ambicioso proyecto era difícil de alcanzar por su alto coste económico y los pocos recursos de que disponía la Mayordomía. Pero el nuevo Consejo se puso manos a la obra y con la ayuda del Señor y las ganas de todos, antes de los seis años fue posible la consecución de estos logros.

En el tiempo litúrgico de la Cuaresma y con vistas a los próximos desfiles procesionales de Semana Santa, concretamente el 17 de marzo, tuvo lugar en una solemne ceremonia la bendición de la nueva túnica de Ntro. Padre Jesús, realizada ésta por las primorosas manos de las hermanas Clarisas de Hellín, que han puesto en ella, no sólo el inmenso trabajo de bordarla, sino el amor que han derrochado en su confección, habiendo logrado una auténtica obra de arte.

Asimismo, tuvo lugar la bendición del nuevo trono de la Dolorosa y San Juan, realizado por los orfebres Martínez Vicente, que, como ya nos tienen acostumbrados han realizado un artístico trabajo.

La eucaristía y posterior bendición estuvo presidida por el P. Francisco Oliver, Provincial de los Franciscanos y gran amigo de Orihuela. En la homilía el P. Fernando Cuenca, Guardián del convento y concelebrante, resaltó las cualidades humanas de los miembros de la Orden Franciscana Seglar, así como de mayordomos y nazarenos que, dijo, “a estos signos externos acompañan, como no podría ser de otra manera, la espiritualidad y ayuda a los más necesitados”.

La parte musical estuvo cubierta por la bonita voz de la soprano oriolana Petrita Meseguer, así como el órgano y violín de los maestros J. Casanova, y A. Casanova, que interpretaron magistralmente, entre otras, el Ave María de Shubert.

Al final, fue muy aplaudida una banda de música complementada con otra de cornetas y tambores, desplazada desde Crevillente, que a los sones de sus marchas emocionaron a los cientos de oriolanos allí presentes.

También se procedió a la imposición de medallas a los nuevos mayordomos, que años tras año van siendo más numerosos. Se da el caso de nombrar e imponer la medalla a bebés que van en los brazos de sus padres.

Para cerrar los actos, los asistentes formaron una cola espontáneamente para acercarse a besar el pie de Ntro. Padre Jesús.

Sólo cabe decir que, a la vista de estas multitudinarias manifestaciones de fervor popular, hace reflexionar sobre una frase que pronunció en la Catedral el obispo Victorio Oliver: “El Señor vive en Orihuela”.

 

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EL ORIGEN DE LA NAVIDAD

 

 

Pasa la vida y los acontecimientos que esta conlleva; pero poco nos paramos a reflexionar sobre el origen de las cosas. ¿Sabemos por qué celebramos los cristianos el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre? No me cabe duda que sí hay muchos que lo saben, pero a los que ignoran este dato me permito aclararles lo siguiente:

Los romanos de la antigüedad celebraban con gran alborozo el Solsticio de invierno. (Solsticio quiere decir en términos latinos “se para el sol”). Las fiestas duraban hasta siete días, se hacían en honor de Saturno, antiguo dios romano de la agricultura, eran denominadas “saturnales”.

Durante esos señalados días la alegría y las celebraciones no tenían límites, toda la actividad comercial se detenía, se realizaban banquetes, festivales, se intercambiaban regalos entre familiares y conocidos. Era tiempo de concordia, los esclavos durante esas fiestas disfrutaban beneficios que no tenían durante el resto del año; era, en definitiva, salvando las distancias y los tiempos, algo parecido a lo que hoy celebramos nosotros en Navidad.

Trescientos años después de Cristo, los primeros cristianos tenían que competir con los seguidores del dios Mitra, religión que procedía de Persia y se caracterizaba por el culto y adoración al Sol. Estos, realizaban festejos en el Solsticio de invierno por el nacimiento del Sol. El emperador romano Aureliano, declaró la fiesta estableciendo la celebración para los seguidores del mitraismo el 25 de diciembre.

Las saturnales y el nacimiento del Sol, eran un gran impedimento para los cristianos que veían mucha dificultad para las nuevas conversiones, la gente se retraía ante la idea de tener que renunciar a los festivales paganos que tanta diversión les proporcionaban. Muchos conversos se desmoralizaban, era extremadamente difícil el no participar de las alegrías que daban las fiestas de Mitra y el nacimiento del Sol. Por otro lado, la biblia no dice la fecha del nacimiento de Jesús, por consiguiente, si se designaba el 25 de diciembre para celebrar la Natividad del Señor coincidiendo con las fechas paganas no comprometería las doctrinas fundamentales de la Iglesia y los cristianos no renunciarían a las fiestas, sólo que ahora celebrarían el nacimiento de Jesús en lugar del nacimiento del sol.

El origen de la navidad arranca esencialmente del hecho narrado anteriormente, luego vendrían los pintores, escultores y artistas en general que se encargaron de plasmar en sus lienzos y esculturas el nacimiento de Jesús en medio de una fuerte nevada, en un paisaje totalmente gélido para el mundo conocido de entonces.

Muchos siglos después, San Francisco de Asís (1182-1226), un buen día se le ocurrió hacer un belén viviente, tanto gustó que, ante la imposibilidad de poderlo reproducir cada uno en su casa, se empezaron a fabricar figuras de arcilla a semejanza del nacimiento inventado por el santo de Asís, cosa que se difundió por todo el mundo con el transcurso de los tiempos, siendo el símbolo más significativo de las fiestas navideñas en todo el orbe cristiano.

El prodigioso hecho de los Reyes Magos, por su importancia, será motivo de un artículo aparte.

Por otro lado, San Nicolás, conocido como Santa Claus o Papá Noel, fue obispo de Mira, capital de Licia, lo encarcelaron por su fe cristiana y posteriormente liberado por el emperador Constantino, murió 350 años d/C; sus restos mortales fueron trasladados a Bari, siendo desde entonces conocido en Italia como San Nicolás de Bari.

Seguramente, el hecho de que se le nombrara patrón de los niños ha sido suficiente para que la leyenda lo convirtiera en Papá Noel; le dejaron su túnica roja de obispo pero le cambiaron la mitra por un gorro, lo subieron en un trineo tirado por renos y lo ubicaron en el Polo Norte, de donde viene todos los años cargado de juguetes para los niños.

Otra tradición navideña que cada vez se arraiga más a nuestras costumbres es el árbol de navidad.

El árbol de navidad nació en Alemania por el siglo VIII, Fue San Bonifacio, misionero y predicador británico quien le atribuyó al abeto un hecho milagroso, a raíz de entonces, los cristianos plantaban este árbol con preferencia a cualquier otro, siendo en el siglo XVI, cuando empezaron en Alemania a decorar los abetos para festejar la Navidad.

Ahora, en los tiempos modernos, con el americanismo que nos invade, las grandes superficies comerciales con su marketing se han encargado de desvirtuar el sentido real de la Navidad, lo que se debería celebrar con austeridad y recogimiento por la sencillez en la que vino al mundo el Hijo de Dios, se ha convertido en un derroche desmesurado, nos agobian con las grandes comilonas, los cotillones, los caros regalos... es decir: continuamos con las “saturnales” en vigor.

 

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MARÍA DE MAGDALA, LA DISCÍPULA IGNORADA

 

 

Un desgarrador grito estremeció a toda la ciudad. Era la hora nona —tres de la tarde— de un viernes, en un promontorio llamado Gólgota a las afueras de Jerusalén: “¡Elí, Elí, lema sabachtani!” (“¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”).

De este modo comenzó la historia más grande jamás contada. Jesús, llamado El Nazareno, había expirado tras una muerte cruenta en la cruz. Desde ese momento, la humanidad comenzaría un cambio de rumbo. Nada sería igual…

Jesús pasó por este mundo haciendo el bien: curando enfermos, resucitando muertos, echando demonios… sin embargo, fue acusado por Roma por alta traición al declararse “Rey de los Judíos”, y por el Sanedrín por creerse “Hijo de Dios”. Al pie de la cruz, tan sólo había algunas mujeres mirando, entre las que se encontraban: María, su madre; María Magdalena y María de Cleofás, acompañadas por Juan, el discípulo amado, hijo de Zebedeo. Pero, ¿dónde se encontraban los otros? El traidor se quitó la vida, Simón-Pedro le negó tres veces por cobardía, y los demás se escondieron aterrorizados… ¿De qué les sirvió haber sido testigos directos de tantos prodigios que realizó el Maestro?

El cuerpo de Jesús fue desclavado y depositado en un sepulcro por José de Arimatea y Nicodemo, siendo la sepultura propiedad del primero, que era un hombre justo y piadoso. María Magdalena quedó en la puerta de la tumba durante muchas horas llorando amargamente. Hasta ahí todo fueron incertidumbres, nadie había asimilado la misión trascendental y redentora de Jesús, excepto María, su madre, y María Magdalena.

De ahí la importancia que tiene en la historia de la salvación esta mujer que, sin pertenecer a la familia de Jesús, tampoco sin haber sido designada por el Maestro como discípula suya, fue una de las personas preferidas por Él. Pero, ¿cómo llegó María Magdalena a la vida de Jesús? ¿Por qué la tradición y no los testimonios escritos le atribuyen la condición de prostituta arrepentida?

María Magdalena, llamada así por ser de Magdala, ciudad situada en la costa oeste del Mar de Galilea, se ignora su lugar exacto, pero se supone que pudo ser una pequeña localidad de Tiberíades. Esta joven, probablemente, fue curada por Jesús de alguna enfermedad mental, siete demonios dicen los evangelios. (Lucas 8.2 y Marcos 16.9).

Sin embargo, María Magdalena se convirtió en una incondicional discípula de Jesús, una admiradora suya que veneraba la figura del Señor más allá de lo que pudieran hacerlo los apóstoles. Ya, cuando andaba Jesús por Galilea predicando con los doce, se cita a María Magdalena como seguidora suya:

“Yendo (Jesús) por ciudades y aldeas, predicaba… Le acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y de enfermedades. María llamada Magdalena…”. (Lucas 8.1 y 8.2).

De todas las mujeres que le seguían, tan sólo estuvo ella a su lado hasta el final.

María Magdalena fue la elegida por Cristo Resucitado para que diera testimonio ante los demás de su divinidad, por tanto, la incipiente Iglesia de Jesucristo se basa en las primeras manifestaciones de este personaje, fundamental en la vida de Jesús. Pero no fue así; en realidad pasó de ser la fiel seguidora del Maestro, la que estuvo al pie de la cruz, la primera que visitó el sepulcro y vio al Resucitado, la que dio el primer testimonio ante los apóstoles, la que nunca se separó del Señor ni desfalleció dando valientemente prueba de lo que había visto y oído, a ser relegada a un segundo plano por la condición dominante de unos apóstoles que se ocultaron en los momentos en que Jesús, hombre, más los necesitaba.

“Resucitado Jesús la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena… ” (Marcos 16.9).

¿Por qué no se dejó ver primero por María, su madre, o por Pedro, Juan, Santiago, Felipe, Tomás…? Es claro que Jesús no hizo su primera aparición a María Magdalena por pura casualidad, sino con alguna finalidad.

“Ella fue quien lo anunció a los que habían vivido en Él, que estaban sumidos en la tristeza y el llanto, pero… no lo creyeron”. (Marcos 16.10-16.11).

Para los apóstoles la palabra de María Magdalena tenía poca credibilidad. Era mujer y, además, posiblemente había estado perturbada mentalmente. Por otra parte, desde el prendimiento de Jesús en el Getsemaní, hasta su muerte en la cruz, este dramático episodio pudo haber desencadenado una angustia tan profunda en María Magdalena que le podía haber afectado a su precaria salud mental. Pero tanto insistió que al final todos dieron por bueno el relato de ella, salvo Tomás que tenía sus dudas: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi mano en su costado, no creeré”. (Juan 20.25). Según los evangelios el deseo de Tomás fue satisfecho.

En realidad, salvo algún caso aislado, los discípulos abandonaron a su suerte al Maestro. Sin embargo, Él conocía todo esto, por ello, antes de su ascensión a los cielos les dijo:

“…pasados no muchos días, seréis bautizados en el Espíritu Santo”. (Hechos 1.5).

Según se desprende de los evangelios sinópticos Jesús estuvo apareciéndose en diversas ocasiones durante 40 días después de resucitar de entre los muertos, instruía a sus discípulos para la difícil misión que les esperaba, comía con ellos, andaba junto a ellos… transcurrido este período de tiempo, ascendió a los cielos.

“… fue arrebatado (Jesús) a vista de ellos, y una nube le sustrajo a sus ojos”. (Hechos 1.9).

Todos los discípulos quedaron huérfanos, nadie sabía a ciencia cierta qué les depararía el futuro. Pero poco tiempo duró esta situación, a los diez días de la Ascensión, encontrándose los apóstoles reunidos en la fiesta de Pentecostés (“quincuagésimo”).

“Al cumplirse el día de Pentecostés, estando todos juntos (los discípulos) en un lugar” (Hechos 2.1).

Parece ser que entraron en un éxtasis religioso que atribuyeron a la entrada en ellos del Espíritu Santo, hecho que les anunció el Señor antes de su Ascensión.

“Quedando todos llenos del Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según que el Espíritu les otorgaba expresarse”. (Hechos 2.4.).

Hasta Pentecostés, los apóstoles no habían tenido ni el ímpetu ni la entereza suficiente para afrontar el reto para el que Jesús les había elegido. El cambio se produjo aquel día en que Dios les insufló la gracia del Espíritu. Por eso hay un antes y un después de Pentecostés. Los apóstoles, tras este suceso, cambiaron totalmente de actitud, comenzaron valientemente a hacer frente a todas las dificultades, tenían don de gentes y empezaron a predicar, hasta el extremo de sufrir martirio y algunos dar su propia vida por el nombre de Jesús.

Según la tradición cristiana María Magdalena no desapareció de la escena con la muerte y resurrección de Jesús, trabajó enérgicamente durante muchos años después por el desarrollo de la nueva Iglesia de Jesucristo. Acompañaba a la Virgen María y, al parecer, fue cofundadora junto con los apóstoles Pablo, Juan (hijo de Zebedeo), Andrés y Felipe de la Iglesia de Éfeso.

María Magdalena es considerada santa por la Iglesia Católica Romana, por la Iglesia Ortodoxa y por la Comunión Anglicana. Se celebra su festividad el 22 de julio. Muy lejos de ser la prostituta arrepentida, fue una gran mujer que tuvo sus problemas psíquicos, dolencia que mejoró al conocer a Jesús por lo que creyó en Él de inmediato, por ello decidió seguirle durante toda su vida más allá de la muerte, siendo, como hemos dicho, la elegida por Dios para ser la primera en ver a Jesús Resucitado y comenzar la tarea de su naciente Iglesia.

Son incontables los pueblos, ciudades e instituciones en el mundo que tienen bajo su patronazgo a esta santa. En nuestra provincia sienten una gran devoción por María Magdalena en la ciudad de Novelda, que erigió un precioso santuario para venerarla.

Como es sabido, la Semana Santa de Orihuela luce en su Cofradía de La Samaritana el paso de La Conversión de María Magdalena (1969) de José Planes y Antonio García Mengual, en trono de plata de Hijos de Peris Bacete, procesiona el Lunes y Viernes Santo. Con esta representación, nuestra ciudad también quiere agregarse al ferviente deseo de reverenciar a la mejor amiga de Jesús de Nazaret: María Magdalena, la discípula ignorada.

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Desde arriba y de izquierda a derecha: Copia exacta de la Síndone de Turín, radiografía de la Síndone,

corona de espinas, clavos, columna de los azotes, copia exacta del Santo Grial de Valencia, lanza de Longinos,

piedra auténtica del Huerto de los Olivos, flagelo.

 

 

 

ORIHUELA Y LAS RELIQUIAS PASIONALES

 

 

Todos los años con la llegada de la cuaresma Orihuela se prepara con multitud de actos a celebrar su Semana Santa. Siempre hay expectación generalizada por alguna primicia: nuevos pasos o imágenes, sustitución en los tronos de las ruedas por costaleros, estandartes o bordados de mantos, restauración de alguna imagen, nuevos y suntuosos trajes en la Centuria Romana, etcétera. Todo ello es muy meritorio, pero existe un mini museo que no debe ser ignorado por los oriolanos.

La comunidad franciscana de Orihuela ha conseguido, para el fervor popular y el acervo cultural de nuestra ciudad, un erario que pasará a los anales de nuestra historia, compuesto por varias reliquias pasionales que forman una exposición, donde pueden contemplarse ahora, y en el futuro, como uno de los muchos tesoros que alberga nuestra ciudad, las reliquias están compuestas por las siguientes piezas:

 La Sábana Santa, Santo Sudario, o Síndone (mortaja); viene avalada la pieza documentalmente con un certificado expedido por Monseñor Giuseppe Ghiberti, presidente de la Comisión Diocesana para la Síndone, que garantiza ser una réplica exacta de la que se encuentra en la capilla real de la catedral de San Juan Bautista de Turín (Italia). Se complementa con una foto en negativo que fue realizada por Secondo Pía, donde se aprecia con mayor nitidez el cuerpo inerte de un hombre que, por sus características, muy bien podría tratarse de la Impronta de Jesús de Nazaret.

Del Santo Cáliz o Grial mucho se han investigado, escrito y comentado sobre la autenticidad o no del cáliz que Jesús utilizó en su última cena con los apóstoles. Al respecto en la antigua sala capitular, hoy capilla del Santo Cáliz de la catedral de Valencia, se conserva un cáliz que la tradición aragonesa identifica con el Santo Grial. Consta de una copa de calcedonia (piedra semipreciosa) de 7 cm. de altura y 9,5 de diámetro, y un pie con asas añadido posteriormente. El catedrático de arqueología Antonio Beltrán ha fechado la copa superior en torno al cambio de era (siglo I), labrada en un taller oriental de Egipto, de Siria o de la propia Palestina, por lo que pudo estar en la mesa de la Santa Cena. El cáliz que se puede contemplar en la exposición oriolana es una copia exacta del existente en la seo valenciana.

La llamada corona de espinas, no era tal, pues se trataba de un casco o especie de sombrero espinoso, el expuesto en el museo oriolano está realizado con ramas de un arbusto espinante igual al utilizado por los romanos para coronar a Jesús de Nazaret, posiblemente el llamado en botánica “azufaifo zizyphus jujuba”.

La columna de mármol donde fue atado Jesús, así como el flagelo con el que fue azotado son una réplica fiel de los que se pudieron usar en tiempos de Jesús de Nazaret.

Se exhiben tres enormes clavos de hierro afilados, exactamente igual a los empleados por los romanos de la época, el más largo pudo ser el que atravesaba los dos pies del Señor, los otros dos clavos ambas muñecas. Jesús fue clavado en la cruz a diferencia de otros reos que eran atados al madero hasta dejarlos morir.

Los tres clavos, según la tradición, se conservan, uno en la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma, otro en la capilla del Palacio Real de Madrid, y el último se ha distribuido por diversas iglesias del mundo.

Estos tres hierros que vemos en Orihuela nos recuerdan el pasaje del evangelio cuando nos dice que Cristo tenía la señal de los clavos en sus manos (Jn: 20.25).

También podemos contemplar, como no podía ser de otra manera, una reproducción del Santo Madero, (Lignum Crucis). Porta sobre la parte central del travesaño, (patíbulum), un cartel que Pilato mandó escribir en hebreo, latín y griego, rezando la siguiente frase: “Jesús el nazareno, el Rey de los judíos”.

Otra reproducción a admirar en la exposición oriolana es parte de la lanza de Longinos.

Según el evangelio apócrifo de Nicodemo se menciona a “Longinus” como el soldado que atravesó con su lanza el costado de Jesús. Al parecer, su nombre completo era Cayo Casio Longinos y, según la tradición, se arrepintió, proclamando después la divinidad del Señor.

Complementa este mini museo pasionario una pequeña piedra auténtica extraída del Gólgota o Monte Calvario. Lleva un lazo rojo con un sello lacrado por los religiosos encargados de los Santos Lugares que atestiguan su legitimidad.

La fraternidad local de la Orden Franciscana Seglar, así como la M.I. Mayordomía de Ntro. Padre Jesús Nazareno, con la inestimable colaboración de la Orden Franciscana Menor, representada en Orihuela por fray Fernando Cuenca, padre guardián del convento, han llevado a cabo este importante proyecto que, como decimos al principio, incrementa el bagaje cultural y acrecienta el fervor popular de los creyentes.

Se puede visitar gratuitamente esta importante colección de reliquias pasionales, en la iglesia de Santa Ana del convento franciscano de Orihuela.

Estas reproducciones deben ser admiradas con los ojos del corazón, viendo en ellas, no su más o menos conseguida semejanza a las verdaderas, sino el martirio que Nuestro Señor Jesucristo padeció voluntariamente, por toda la humanidad, para la salvación de las almas.

 

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NTRA. SRA. DE LOURDES

YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN”

 

Publicado en el diario INFORMACIÓN de fecha 08-12-2023

 

Enlace con Información

 

“Yo soy la Inmaculada Concepción”. Con estas sencillas pero tajantes palabras le contestó aquella Señora a la niña Bernardette Soubirous en la gruta de Lourdes.

Este prodigio ocurrió en el año 1858. Bernardette, una niña de 14 años, enfermiza, casi analfabeta —apenas podía acudir al colegio por sus problemas respiratorios—, de familia muy humilde, fue testigo de las maravillas que se llevaron a cabo aquel año en una gruta de Lourdes (Francia).

Una Señora —como ella llamaba siempre a la aparición—, con vestido blanco resplandeciente y cinturón azul la sonreía desde una cueva que servía de pocilga al lado del río. Esta Señora le iba dando instrucciones en cada visión a la niña Bernardette de lo que tenía que hacer y decir, pero nadie la creía en el pueblo, ni siquiera sus padres, la gente se mofaba de ella, hasta que el cura Peyramale que la interrogaba continuamente haciéndole preguntas sobre aquellas supuestas apariciones le dijo:

—Mañana, cuando vayas a la gruta, pregúntale a esa Señora su nombre.

La inocente niña así lo hizo, al hablar de nuevo con aquella esplendorosa mujer le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

—“Yo soy la Inmaculada Concepción” —respondió la Señora.

Bernardette, como no había escuchado nunca ese nombre se fue corriendo hasta la iglesia del pueblo en busca del sacerdote Peyramale, para que no se le olvidara lo iba repitiendo por todo el camino.

Al llegar, sin más le espetó al cura.

— “¡Yo soy la Inmaculada Concepción!”—eso me ha dicho la Señora.

Al escuchar estas palabras el sacerdote se quedó sin aliento, aturdido; no daba crédito a lo que decía Bernardette...

Era imposible que aquella niña tan atrasada, de un pueblecito perdido en el Pirineo francés, donde apenas llegaba alguna noticia del exterior conociera esa advocación de la Virgen. Sólo hacía cuatro años que el Papa Pío IX había proclamado en su bula “Ineffabilis Deus” el dogma de fe de la Inmaculada Concepción.

Desde ese momento el sacerdote se tomó muy en serio a Bernardette y comenzó a defenderla ante las críticas de los vecinos, e incluso, ante la actitud de dureza de sus padres que llegaron a prohibirle acudir a rezar a la gruta de las apariciones.

Ante este hecho prodigioso, parece claro deducir que, por primera y única vez la Virgen María corrobora su sobrenombre o advocación, sin que exista ningún caso parecido en la historia de las apariciones marianas. Nunca le había dicho a nadie su nombre, sin embargo, en este caso se identifica como la “Inmaculada Concepción”. Pero, ¿no habría sido más lógico que se hubiera definido como María, o Miriam —que al parecer era su verdadero nombre?—. También podría haber dicho: “Soy María, la madre de Jesús”...

Es claro que la Virgen quiso confirmar la bula de Pío IX, nombrándose a sí misma “Inmaculada Concepción”, dando con ello su plácet a tal sobrenombre. Como siempre los caminos del Señor son inescrutables.

Tanto en la revelación del Antiguo Testamento y en toda la historia de la salvación, Dios se ha servido de las personas más sencillas para dar a conocer a la humanidad su proyecto; en esta ocasión la elegida fue la niña Bernardette Soubirous, que, sin comprender nada, sirvió de hilo conductor para que el hombre venerase a la Santísima Virgen María en su advocación de “Inmaculada Concepción”. Difícil de creer todo esto, pero yo siempre, cuando me “atasco” en la fe me pregunto: ¿Qué es imposible para Dios? La respuesta siempre es la misma: nada.

Mis felicitaciones a las Conchas y Conchitas, Concepción, Pura, Inmaculada, y también a la ciudad de La Línea de la Concepción, al Arma de Infantería, al Seminario Diocesano de Orihuela y a todos cuantos celebran el día 8 de diciembre su onomástica o patronazgo.

 

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LA OTRA SEMANA SANTA

 

Ha finalizado la Semana Santa de este año 2011 —primera que se ha celebrado bajo el título de “Interés Turístico Internacional”— con gran brillantez y una alta nota. No podía ser de otra manera. La vocación de los oriolanos hacia sus desfiles procesionales son consustanciales a su ser como personas.

Este año hemos visto como los niños de los colegios Oratorio Festivo y Santo Domingo han realizado su Semana Santa particular. Eso no es nada nuevo, se ha hecho siempre, el niño oriolano desde que yo tengo memoria, tras la Semana Santa hacía por calles y plazas su singular procesión, aunque no con tantos medios como se poseen ahora. El lector debe situarse mentalmente en aquella época de la posguerra cuando tantas necesidades pasaban la mayoría de familias españolas.

En mi libro “Orihuela, dulce pueblo” editado por ECU en el 2006, ya relato cómo se realizaban en calles y plazas oriolanas las mini procesiones que creaban los niños de las décadas 40 y 50.

No era nada improvisado, se preparaba todo al detalle. En mi calle residía Pepe Tormo (“El Chepaíco”) que era el artífice de toda la organización, con trozos de madera que desechaban en las carpinterías se construían andas, las imágenes en miniatura se adquirían en un puesto que había en la plaza Nueva, lo regentaba una bondadosa mujer de edad avanzada llamada Soledad. En realidad no era nada más que una mesa que instalaba por la mañana y recogía por la noche, se auxiliaba con varios capazos donde trasladaba su mercancía: santos de arcilla, canicas, peonzas, carretillas, petardos, mistos de trueno… había miniaturas muy logradas de Ntro. Padre Jesús, la Virgen del Carmen, San Antonio, Sagrado Corazón de Jesús, etcétera.

La ornamentación de las andas se hacía con flores recogidas en algún huerto cercano o de la misma sierra, también iban provistos de una vela encendida en cada una de las esquinas del paso.

A los niños les confeccionaban sus madres las vestas con papel de seda que se adquiría en Papelería Struch, valía cada pliego lo que se denominaba “un real”, es decir, 25 céntimos de peseta. Los capirotes de cartón forrado del mismo papel. Los tambores se conseguían con botes grandes de conservas que se solicitaban en las tiendas de Eduardo “La Cibeles”—calle del Río—, “Jeromo el del Puente” —Puente de Poniente—, o “Comestibles El Chi” —esquina de calle Mayor con Colón—. Estas latas se forraban con retales de tela negra imitando los tambores de La Convocatoria.

Las niñas vestían con su traje de domingo y una peineta hecha con cartón de caja de zapatos que teñían de marrón. De mantillas utilizaban el velo negro de encaje que sus madres usaban para asistir a misa. Alumbraban con un cirio de cera y sobre su cuello lucían una cadena con medalla; algunas iban maquilladas con un poco de carmín en los labios y llevaban abalorios de sus madres o hermanas mayores.

Los “Armaos” portaban sobre sus hombros como lanza una larga caña arrancada de los márgenes del río, previamente pelada y, en su extremo superior, se encajaba o se ataba con hilo de coser un cartón con forma de punta de lanza pintada con purpurina.

Algunos vecinos colocaban en sus balcones cobertores en señal de respeto y colaboración con la iniciativa de los niños. Se llamaba la atención de la gente con pequeñas tracas que se adquirían en puestos ambulantes de frutos secos.

Estos desfiles se realizaban prácticamente en todos los barios de Orihuela, pero estaban muy logrados los de la calle Meca, calle del Horno Subida a San Miguel, calle Acequia, algunas calles del Rabaloche, calle de Arriba, plaza de Santa Lucía, La Mancebería. […]

Está claro que estos ‘desfiles procesionales’ que sólo se circunscribían al entorno de la calle o plaza donde se realizaban, se trataba de un juego de niños, pero era la otra Semana Santa que ahora renace con nuevos niños, con nuevos y mejores medios, pero siempre con la misma vocación: el amor de los oriolanos por sus tradiciones que se transmite de padres a hijos.

 

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SEPTEM VERBA

(LAS SIETE PALABRAS)

 

 

Siempre sentí interés por comprender las siete últimas frases que Jesús de Nazaret pronunció agonizante en su martirio clavado en un madero. Existen muchas interpretaciones al respecto, grandes predicadores han disertado y desmenuzado, a la manera de cada uno, su visión sobre el “Sermón de las siete palabras”. El que esto les escribe, que no está, ni mucho menos, a la altura de ninguno de ellos, se va a permitir dar su opinión sobre estas siete frases que, según los evangelios canónicos, pronunció Nuestro Señor Jesucristo antes de su muerte terrenal:

1ª «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».

Jesús habla con Dios Padre como un hijo habla con su progenitor, con respeto y confianza, le ruega como cualquier hijo le pide a su padre, esperando una respuesta afirmativa, pero con una pequeña sombra de duda de que la contestación sea negativa. No hay que olvidar que un padre era la máxima autoridad de una familia, por ello, Jesús al suplicarle que perdone a los que les crucificaron y, por extensión, a los que le crucificarán en toda la humanidad, le asalta la incertidumbre. La respuesta del Padre es afirmativa porque Jesús ya no insiste, Dios Padre, en su divina misericordia, con la petición de su Hijo moribundo, se apiada de los verdugos de entonces y de todos los pecadores del mundo. Jesús se toma un respiro, pasan unos minutos, y sale al paso para zanjar una polémica entablada entre los dos delincuentes que están crucificados, uno a su derecha y otro a su izquierda.

2ª «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Con esta frase Jesús ‘premia’ la fe de Dimas, el buen ladrón. En muchos pasajes del evangelio concede Jesús lo que le piden por la fe que ponen en su súplica: “Tu fe te ha salvado”; “Tu fe te ha salvado vete en paz”; “Levántate, tu fe te ha salvado”; “Vete, tu fe te ha sanado”… Y así en multitud de ocasiones.

En este momento Jesús se apiada de uno de los malhechores crucificados a su lado. Y lo hace porque el buen ladrón reprende al otro cercano también que increpaba a Jesús: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros”. El otro, cuyo nombre era Dimas (según los evangelios apócrifos), dirigiéndose a Jesús le soltó: “Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí”. A lo que Jesús le respondió con un hilo de voz que se apagaba por momentos: “Yo te aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Aquí quiero interpretar que para Dios lo más importante es la fe. Creer en Dios, en su Hijo, y en el Paráclito, es primordial: La fe del centurión que abordó a Jesús para que curara a su siervo; ciegos; enfermos; leprosos… No les preguntaba si eran buenos o malos, solo les decía, tu fe te ha salvado.

«Mujer, ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre».

Jesús, en su agonía, se fija en su Madre y en el discípulo más joven y querido por Él. Se supone que José, su padre adoptivo, ya había fallecido, tampoco dejaba hermanos, toda su familia consistía en su Madre y sus apóstoles. Antes de expirar fue su deseo dejar a su Madre al cuidado de su discípulo, pero lo más importante para el ser humano fue dejarnos lo que más amaba, a María, en la persona del apóstol Juan, con ello exalta a su Madre como madre de toda la humanidad.

4º « ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?»

La cuarta palabra o frase es, para mí, la más difícil de interpretar. ¿Se sintió Jesús abandonado por su Padre? ¿Esperaba una legión de ángeles que le salvaran?... Creo que no. Él sudó sangre en Getsemaní, conocía muy bien su destino y lo aceptaba, ¿Por qué se dirigió al Padre pidiendo amparo? ¿Pudo haber sido un delirio en los estertores de la muerte?... Si hacemos una reflexión mesiánica quizás encontremos el significado. La angustia de Jesús puede interpretarse como el sufrimiento de todos los seres humanos, aún en las más difíciles de las circunstancias.

5º «Tengo sed».

Jesús, en su condición humana sitió sed, algo muy natural después de haber perdido gran cantidad de sangre, pero también, como todo lo que dice, tiene su significado. Él sabe que con su muerte redimirá a toda la humanidad. Tiene sed de que se consume su misión como redentor del mundo. Simbólicamente contrasta con la sed que sintió en Samaria en el pozo de Jacob, cuando le indicó a aquella mujer samaritana: “El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed”.

«Todo está cumplido».

Aquí Jesús da por acabado el encargo hecho por el Padre de hacerse hombre para redimir a toda la humanidad: ‘Todo está cumplido’. Difícil la misión y las dificultades que tuvo que superar durante los tres años de vida pública: Galilea, Samaria, Judea… recorriendo a pie todos los territorios de Palestina, obrando milagros, predicando, bautizando, en algunos casos, incluso, siendo apedreado o injuriado, hasta llegar a ser clavado en una cruz de madera junto a los ladrones. Con unos ojos ensangrentados mira a su Madre que tenía el corazón roto de amargura, y a las otras mujeres que se encontraban al pie de la cruz junto al discípulo amado, y en un último hálito exclamó la última frase de su vida terrenal:

7º «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».

Todo acabó y todo comenzó. Jesús hombre expiró, pero Jesús Salvador del mundo acababa de nacer. En ese preciso instante, al ver los presentes que el cielo oscureció y se produjo una enorme tormenta acompañada de temblores en el abrupto suelo, un centurión que le custodiaba, temblando de miedo exclamó: En verdad este hombre era el Hijo de Dios.

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D. ANTONIO RODA LÓPEZ,

“COSAS QUE ME PASAN”

 

No, la frase no es mía, cosas que me pasan era una de las preferidas del insigne oriolano D. Antonio Roda López.

El 21 de mayo pasado se han cumplido cien años del nacimiento de nuestro inolvidable don Antonio. Parece que fue ayer cuando le veía dando sus típicas zancadas por el Oratorio, ese colegio que él tanto amaba. Le recuerdo sentado en su despacho mientras un barbero le rasuraba la coronilla. Le recuerdo rezando Las Flores a María en el mes de mayo, o La Sabatina con su inseparable bonete de borla negra. También su frenética actividad que contagiaba, pero que nadie podía siquiera imitar: Director del Oratorio Festivo, presidente de la Junta Mayor de Cofradías, Hermandades y Mayordomías; profesor del Seminario; director espiritual y asesor de instituciones; fundador de la Unión Lírica Orcelitana (1941), de la Banda de Cornetas y Tambores “Auxilium” (1954), de la Tuna “Oriol” (1960) y de tantas y tantas cosas…

Don Antonio parecía tener el don de la ubicuidad, lo mismo estaba asistiendo a un moribundo que al momento se encontraba rezando el rosario de la aurora. Era un gran aficionado a la música y a todas las manifestaciones culturales. Tocaba muy bien el piano y el órgano, daba clases de canto a los niños para los coros del colegio, dirigía la función de Los Pastores de Belén que se representaba todos los años en el Salón de Actos del Oratorio y gustaba de divertir a sus alumnos más pequeños con una cuadrilla de cabezudos que sacaba a la hora del recreo.

También era un hombre con gran sentido del humor, se podrían contar infinidad de simpáticas anécdotas de este sacerdote, pero basta con una muestra para que el lector que no le conoció personalmente se dé una idea del talante de este vocacional sacerdote:

En su programa semanal de Radio Orihuela, aquella entrañable emisora de la calle Mayor, se dirigía a los oriolanos solicitando de todos su donativo para tantas causas nobles que llevaba entre manos, sobre todo las obras de ampliación y acondicionamiento que realizaba en el Oratorio. Había una frase que solía pronunciar y que decía así: “¡Hermanos, estoy muy enfermo, necesito con urgencia una inyección de pesetina”—en alusión a las antiguas pesetas.

Los domingos, que solía celebrar misa en la Iglesia de la Merced, siempre abarrotada de gente, decía antes de la colecta: “¡Queridos hermanos, al Señor no le gusta el ruido, así que no echéis en la bandeja calderilla, los billetes son más silenciosos y surten más efecto!”

Todos los domingos por la tarde daba sesiones de cine en el Oratorio, costaba la entrada 1,50 pesetas—seis reales—, justo la mitad de lo que valía cualquier cine de Orihuela. Proyectaba películas muy viejas en blanco y negro, casi siempre del Oeste. Él se situaba en la cabina de proyección y desde un ventanuco divisaba todo el patio de butacas. Cuando los protagonistas se besaban ponía su mano delante y ensombrecía toda la pantalla, algunas veces se le pasaba sin darse cuenta y se veía el beso, entonces se asomaba y a voz en grito decía al numeroso público infantil: “¡No pasa nada, no pasa nada, son hermanos!”

El ingenio de don Antonio no tenía fin, faltaría espacio para relatar una a una todas las ocurrencias de este incansable cura; pero su gran proeza fue el conseguir que, durante el medio siglo que dirigió el Oratorio Festivo de San Miguel, pasaran por sus aulas miles de oriolanos y que todos le recuerden con especial cariño, respeto y admiración.

En lo que a este modesto oriolano que les escribe respecta, he de decirles que mi niñez caminó muy cercana a la persona de don Antonio Roda. Como alumno del Oratorio le traté bastante, le serví en muchas ocasiones de “bastón” humano cuando subía al Seminario apoyándose en mi hombro. Por mi voluntad tomé la primera comunión en la capilla del Oratorio de sus manos. Muchos años después, renuncié a contraer matrimonio en mi parroquia de Santa Justa y lo hice en el Oratorio, igualmente fue él quien ofició mi boda.

La última vez que le vi era muy mayor y ya estaba enfermo, fue en la puerta de su domicilio de la plaza del Teniente Linares, lo bajaron en un sillón para presenciar la procesión del Silencio, al llegar el Cristo del Consuelo por los claustros de la Catedral, a pesar de la oscuridad, me fijé en la cara de don Antonio que miraba con sus cansados ojos fijamente la imagen del Crucificado y le vi resbalar por sus ajadas mejillas unas lágrimas. Al poco tiempo falleció, sus enseñanzas y su prolífica obra permanecerán por siempre entre los oriolanos.

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Salón de Actos y cine del antiguo Oratorio Festivo de San Miguel

(Foto: Colección de A.G.Colomina Riquelme)

 

MIS RECUERDOS DEL ANTIGUO ORATORIO FESTIVO

 

 

Me voy a remontar a mi niñez, sería allá al comienzo de los años 50 del pasado Siglo, el centro “Oratorio Festivo de San Miguel, Colegio menor eclesiástico”, —así rezaba en un cartel escrito en la pared al entrar—, se accedía al mismo mediante unos cuatro escalones y a la derecha pendía una campana cuyo badajo atado a una cuerda servía para marcar manualmente el día escolar. El encargado de hacerla sonar era su director, por entonces el sacerdote diocesano don Antonio Roda López, o la persona que él designara en cada momento. Debajo de dicha campana y un poco más a su derecha se encontraba la puerta que daba a la capilla presidida por la imagen de María Auxiliadora, la pequeña iglesia era el centro neurálgico del colegio; en ella se celebraba la eucaristía, los alumnos hacíamos la primera comunión, se rezaban las novenas a la Virgen, se ensayaban los cánticos, se rezaban en mayo las flores a María y, en general, todos los días realizábamos los escolares alguna actividad de tipo religioso, algunos antiguos alumnos, incluso, llegamos a contraer matrimonio. Al fondo se accedía al patio donde se realizaba el recreo de los colegiales y se ubicaban los urinarios; una fuente servía para saciar la sed de los educandos y refrescarse tras algún partido de fútbol. En la parte alta había un pequeño salón de actos.

Creo recordar que el edificio escolar se componía de tres plantas, donde se situaban las seis aulas o cursos. De abajo hacia arriba iban los alumnos de pequeños a mayores. La clase de los más chicos la impartía don Félix, en la siguiente planta se encontraba el aula de don Francisco Soler, el despacho del director y una pequeña estancia donde se podían adquirir lápices, plumas de palillo, gomas de borrar y algunos cuadernos. A continuación estaban las aulas de don José Pazos y don Jaime Barber, por último se encontraban las salas de don Tomás Cerdá y don José María Belda. Los alumnos que lograban llegar hasta el final con éxito salían preparados para el bachillerato, acudir a alguna academia mercantil o directamente a aprender algún oficio. Algunos preferían ingresar en el Seminario para cursar estudios eclesiásticos. En aquella época este colegio era solo para varones.

A la azotea del edificio se accedía por una pequeña puerta y, en la parte central se ubicaba una campana que se tocaba manualmente dándole volteos, (casi siempre entre dos alumnos seleccionados por el director). Esta campana se hacía sonar para avisar al pueblo de Orihuela de los actos litúrgicos o procesionales que se realizaban, siempre abiertos a los fieles que quisieran participar.

Recuerdo con emoción que a la hora del recreo avisaba don Antonio Roda con la campana de la parte inferior y salíamos todos los alumnos, desde los más pequeños a los más mayores formados en hilera por cursos. Nos situábamos en el patio, todos muy bien alineados y guardando un absoluto silencio, y don Antonio Roda, junto a los profesores, enfrente, cuando pronunciaba las palabras en latín: “¡Benedicamus Dominus!”, todos los colegiales respondíamos a voz en grito: “¡Deo gracias!”, entonces se rompían las filas y todos a jugar… En algunas ocasiones, para deleite de algunos y para susto de los más pequeños, salían una cuadrilla de cabezudos.

Pero aquél centro escolar quedaba pequeño para los proyectos que tenía su director, entonces don Antonio Roda, con más voluntad que medios económicos, comenzó a llevar a cabo su sueño: ampliar las instalaciones construyendo una nueva iglesia y un salón de actos. Primero decidió, con buen criterio, comenzar por el salón de actos, ya que los domingos lo convertiría en cine y con las ganancias podría cubrir parte de los gastos de la edificación. La empresa fue ardua y laboriosa; los carruajes con los materiales no podían acceder al recinto de la construcción, por lo tanto, descargaban ladrillos, cemento, yeso y otros elementos de la obra en la plaza Caturla. Don Antonio Roda no sabía cómo trasladar el material hasta el Oratorio, así que se le ocurrió instalar en el patio unos gigantescos columpios a cargo de dos alumnos de los más mayores. En la hora del recreo los niños que, voluntariamente quisieran trasladar materiales desde la plaza de Caturla hasta el colegio, se le premiaban, por cada viaje de ladrillos que transportaba, con un vale para columpiarse durante unos minutos. El invento tuvo mucho éxito y los cargamentos de tejas y ladrillos ‘’volaban’’ a pie de obra.

La financiación de tan importante edificación fue muy compleja y laboriosa. A los donativos de empresas y particulares se sumaban algunas pequeñas cantidades que se recaudaban con trabajos realizados en la imprenta que se ubicaba cerca de la entrada al colegio. También la emisora local “La voz de Orihuela” ponía a disposición del director sus micrófonos para dar información de la marcha de las obras y solicitar ayudas. Recuerdo una frase que pronunciaba don Antonio con frecuencia en la radio: “¡Oriolanos, estoy enfermo, necesito una inyección de ‘pesetina’!” —En alusión a las antiguas pesetas—. Pero, otro invento de don Antonio Roda para recaudar pequeñas cantidades lo hizo a través de los alumnos. En la imprenta se confeccionaron unas cartulinas cuadriculadas, cada cuadrito costaba rellenarlo con lápiz azul 10 céntimos. Decía que cada uno que se coloreaba era un ladrillo que se ponía en la construcción, así que todos los chicos nos afanábamos en completar nuestra cartulina lo antes posible y comenzar con otra nueva.

Una vez acabado el salón de actos comenzó a dar sus frutos. Como he dicho anteriormente, los domingos y festivos se convertía en cine. Costaba la entrada una peseta con cincuenta céntimos, llegó con el tiempo a subir hasta dos y tres pesetas. Siempre se proyectaban dos películas y el NO-DO. El lleno total estaba asegurado. Puedo afirmar sin miedo a equivocarme que ningún niño o niña dejó de asistir, aunque solo hubiese sido una vez, al cine del Oratorio. Las películas eran todas clasificadas moralmente como “toleradas”: vaqueros, El Gordo y el Flaco, Buster Keaton, Charlot, etcétera. Hay una anécdota de casi todos conocida y es que don Antonio Roda se situaba en una ventanita de la sala de proyección cuyo operador era Cayetano Lorente Serna, cuando en alguna película se besaban, él ponía su mano delante del proyector y ensombrecía la pantalla, pero en algunas ocasiones no se daba cuenta y se veía el beso, entonces salía por los pasillos exclamando: “¡No pasa nada, son hermanos!” [...] (Esta última anécdota creo haberla comentado en mi escrito anterior).

El Oratorio Festivo, además, realizaba una gran labor extraescolar a favor de la cultura, sus locales servían para ensayar la banda de música Unión Lírica Orcelitana. Se creó la banda de cornetas y tambores “Auxilium”; se ensayaban y representaban en su salón de actos obras de teatro como “Los pastores de Belén” […]

Pero no todo fue un camino de rosas, a los problemas económicos que se enfrentaba diariamente don Antonio Roda, también hubo que lamentar unos desgraciados hechos.

El 29 de abril de 1960 —vísperas de la inauguración de la iglesia—, encontrándose don Antonio Roda en su despacho, en un descuido, aplastó con la puerta el dedo índice de la mano derecha del niño José Conesa, de 6 años de edad, milagrosamente salió ileso y no tuvo que ser asistido del percance, todo quedó en un susto.

El mismo día, ocurrió otro infortunio, este de más gravedad. El niño Francisco Bailén, de 9 años de edad se precipitó desde la bóveda de la iglesia hasta dar en el suelo con su frágil cuerpo, la altura era de 16 metros; sufrió graves fracturas de las que fue operado quirúrgicamente, recuperándose afortunadamente de todas.

Pero no acabaron ahí las desdichas, al día siguiente 30 de abril, en el mismo instante en que era bendecida por el obispo de la Diócesis D. Pablo Barrachina la nueva iglesia del Oratorio Festivo, se encontraba la plaza Caturla y cuesta del Seminario abarrotada de gente que acudió al acto, entre los asistentes había un gran número de seminaristas, el que esto les escribe también se encontraba allí, entonces comenzó el volteo de la campana, con tan mala fortuna que se desprendió el badajo saliendo volando e impactando en la cabeza del seminarista Ricardo Vicedo, causándole hundimiento de cráneo, por lo que tuvo que ser conducido de urgencia al Hospital Municipal donde fue intervenido quirúrgicamente a vida o muerte. Esa misma tarde, el seminarista recobró el conocimiento y, también milagrosamente, se recuperó de sus heridas.

Este cúmulo de desgracias ocurridas, precisamente la víspera y el día de la inauguración de la nueva iglesia e instalaciones, empañó lo que pudo ser el culmen de una gran obra realizada con miles de dificultades. Sin embargo, y a pesar de las angustias que ambos casos le proporcionaron a don Antonio Roda, a los familiares de los chicos y a toda la comunidad escolar, supo don Antonio sacar su lado bueno, agradeciendo a la Santísima Virgen María Auxiliadora su intercesión por la pronta recuperación en los tres desgraciados accidentes.

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Ntro. Padre Jesús Nazareno, Patrón de Orihuela y su Huerta

 

 

NTRO. PADRE JESÚS ME ATRAE

 

 

No sé el porqué, ni la razón, pero siempre he sentido una especial atracción por la imagen de Nuestro Padre Jesús. Sé bien que es el Patrón de Orihuela y su huerta, no cabe duda de que eso marque una impronta; también puede ser porque, desde muy pequeño, iba de la mano de mi madre a la novena que se le hacía en Santa Justa todos los años. Creo no ser irreverente si digo que cabe la posibilidad de que sienta ese llamamiento porque somos de la misma edad, Él —me refiero a la actual imagen— nació en Orihuela el 18 de octubre de 1940, y el que les escribe dos meses y medio antes, así que, salvando las distancias y con todos los respetos, a los dos nos llaman “abuelo”.

Pero, fuera ya de anécdotas, es cierto que siempre me ha atraído poderosamente la imagen del Señor. Ya, desde la adolescencia, iba siempre la tarde de Miércoles Santo a presenciar su procesión desde la puerta del desaparecido convento de los Capuchinos. Por entonces ese desfile procesional era muy minoritario, en nazarenos y en público asistente. Es más, había gente que lo denominaba “la procesión de los huertanos”. Es cierto que los mayordomos no solían repartir caramelos, si acaso alguna estampa, y eso mermaba la asistencia de público, sobre todo el infantil. También que, tanto las vestas como el calzado y los cirios eran muy austeros y poco dado al lucimiento personal; por otra parte era natural que así fuese ya que una mayordomía emanada de la Tercera Orden Franciscana no debía ser ostentosa. Sin embargo, nada de eso hacía falta, la imagen de Ntro. Padre Jesús lo llenaba todo. […]

Pasaron los años y, tras una larga ausencia de Orihuela regresé a mi tierra natal. La figura de mi Patrón continuaba atrayéndome. Un día otoñal del año 1994 me dirigí al convento de San Francisco para hacer una visita a Ntro. Padre Jesús y, de paso, a mi amigo Fray Antonio López; nos encantaba a ambos mantener un diálogo delante de una manzanilla en el refectorio del convento, aquél día me presentó al nuevo Padre Guardián Fray Francisco Oliver, me pareció una persona muy emprendedora, con deseos de realizar cosas nuevas, le abordé el tema de la Venerable Orden Tercera, parecía estar esperándolo, la VOT se encontraba en una situación arcaica, adormecida y a falta de una renovación a fondo para adecuarla a las nuevas Constituciones Generales de la Orden. Agradeció mi interés por este asunto y le animé a emprender la actualización de dicha Orden. Me puse a su disposición para acometer esta tarea y así iniciamos los primeros trámites.

En principio se pensó crear la nueva Orden Franciscana Seglar, emanada de los preceptos del Concilio Vaticano II y de la Regla aprobada por el Papa Pablo VI el 24 de Junio de 1978, en la cual queda abrogada la antigua VOT; pero después llegamos al convencimiento de que era preferible enfocar la reforma sin anular lo ya existente para no herir susceptibilidades. Se procedió a instar del entonces Ministro Local de la VOT don Emilio Bregante Palazón la documentación que obraba en su poder, y éste, no sólo la entregó sino que colaboró activamente en todo el proceso de adecuación de la Orden al mandato Conciliar, prestando un gran servicio a la institución como, por otra parte, era de esperar de don Emilio pues, de todos era conocido el cariño que sentía por la Venerable Orden Tercera y la Mayordomía de Ntro. Padre Jesús.

En esta línea se logró formar un grupo de 24 personas entre antiguos miembros de la VOT y nuevos aspirantes al ingreso que, tras un largo período de formación, concretamente el día 26 de Mayo de 1996 realizaron la profesión.

El 8 de Junio del mismo año se celebra el primer Capítulo electivo de la nueva Orden Franciscana Seglar en la Fraternidad Local de Orihuela, quedando constituido el Consejo de la forma siguiente: Ministro de la Fraternidad Local, Benedicto Martínez Vicente. Viceministro, Vicente Meseguer Gracia. Secretario, Emilio Bregante Illescas. Maestro Responsable de Formación, Antonio Colomina Riquelme. Tesorero, Vicente Torres Sánchez, y Encargado de Culto, José Manuel Saura Caselles. Este último oficio no había existido anteriormente ni figura en las Constituciones Generales, pero habida cuenta de la singularidad de la Orden en la fraternidad oriolana se creyó conveniente crear la figura de “Encargado de Culto” para que hubiese un miembro del consejo responsable de los actos en torno a Nuestro Padre Jesús, Patrón de Orihuela y su huerta, cuya mayordomía tiene como misión todo lo relativo al culto, devoción y cuidado de la sagrada imagen, igualmente de las restantes imágenes que procesionan y de la capilla en las que ellas se veneran.

El primer Consejo de la ya Orden Franciscana Seglar se fijó varios e importantes objetivos, pero se pueden resumir en una sola cosa: la modernización de la Mayordomía de Ntro. Padre Jesús. Durante el trienio que dura el mandato, fueron preparados por el Maestro Responsable de Formación 36 nuevos miembros profesos de la Orden. Se inscribieron centenares de nazarenos, entre ellos muchas mujeres que hasta entonces habían tenido vetada su entrada en la mayordomía. Se cambiaron las vestas y su color adecuándolas a los colores de la túnica de Nuestro Padre Jesús. Se fabricaron cirios nuevos. Se restauró la base del trono del Señor. Se realizaron nuevos oropeles en la Iglesia de las Santas Justa y Rufina para la estancia y novena a Nuestro Padre Jesús en la cuaresma; y un sinfín de cosas que era urgente realizar tras el letargo a que estuvo sometida la mayordomía durante tantos años.

Desde el mes de Junio de 1999 hasta el día de hoy, los distintos consejos que han sido elegidos continúan la labor emprendida por el primero y han conseguido llevar a la Mayordomía de Nuestro Padre Jesús a la grandiosidad que goza en la actualidad. Tiene más de 2.500 nazarenos y, año tras año sigue en aumento. Se le ha confeccionado una costosísima túnica a la imagen del Señor. Se han hecho tronos nuevos al Santísimo Cristo de la Agonía (que ahora desfila a hombros de mujeres), y al de la Virgen Dolorosa y San Juan. Se ha creado una guardia de honor para el Patrón, así como se han llevado a cabo obras de infraestructura en la Capilla y Sacristía de Nuestro Padre Jesús. Lo que antes era un vetusto y desvencijado almacén se ha convertido en un mini museo, aprovechando la parte alta para sala de reuniones.

Es igualmente digno de resaltar la iniciativa llevada a cabo por la OFS y M.I. Mayordomía de Ntro. Padre Jesús Nazareno, con la inestimable colaboración del P. Asistente D. Fernando Cuenca para realizar una magnífica exposición donde se pueden contemplar gratuitamente las Reliquias de la Pasión del Señor, compuestas de unas reproducciones exactas de: la Sábana Santa de Turín, la columna y el flagelo donde Jesús fue azotado, la corona de espinas hecha con los mismos elementos que utilizaron para la del Señor, los tres clavos de hierro, la lanza de Longino con la que le fue atravesado el costado, el cáliz de la última cena o Santo Grial —réplica exacta del que existe en Valencia y es considerado como auténtico—, la cruz de madera en la que fue clavado, así como una piedra auténtica del Huerto de Getsemaní, remitida para este fin por los frailes franciscanos que custodian los Santos Lugares.

La Honorífica Orden de San Antón de la Ciudad de Orihuela, reconociendo los méritos de la M.I. Mayordomía de Ntro. Padre Jesús Nazareno, ha decidido otorgarle el nombramiento de “Institución de San Antón”; precisamente este año que se celebra el IV Centenario de la llegada de Ntro. Padre Jesús a Orihuela (1613 – 2013).

El día 20 de enero de 2013, con motivo de la inauguración de dicho Centenario, tras la Eucaristía celebrada con tal ocasión y después de ser bendecida, se hizo entrega de la Medalla de la Honorífica Orden a la Mayordomía de Ntro. Padre Jesús Nazareno para el uso exclusivo de la imagen, depositándola a los pies de la misma.

Todos los que amamos a nuestra tierra, debemos sentirnos orgullosos y satisfechos de tener tan prestigiosas instituciones, pero sobre todo, debemos sentir en nuestros corazones la gratitud que merece la bienhechora mirada de la imagen del Señor cuando desfila por nuestra ciudad y nos dice: “¡Alégrate Orihuela, yo soy tu protector!”

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¿QUIÉNES ERAN LOS REYES MAGOS?

 

 

El que esto les escribe, estando en la edad de recibir la visita de los Reyes Magos, era tanta la ilusión que acumulaba que ello me impedía comprender la realidad. Por ejemplo, las preguntas que siempre nos hacíamos los niños más mayorcitos: ¿Cómo era posible ver en el NO-DO —entonces no había televisión—, la cabalgata de Madrid, la de Barcelona, y después personalmente la de Orihuela y no se parecían en nada las unas con las otras? ¿Por qué los personajes eran diferentes? Barbas distintas, trajes distintos, unos caballos, otros camellos etcétera. Supongo que lo mismo les ocurrirá a todos los niños de ahora cuando los vean en la televisión.

En mi opinión, la cabalgata que se hacía en Orihuela en aquella época era bastante sencilla, se veía claramente que llevaban todos las caras pintadas, los pajes portaban unas teas encendidas que formaban tal humareda que el ambiente se hacía irrespirable, más aún en las calles estrechas de la ciudad. Era evidente que no se podía comparar con las que se hacían en las grandes capitales, ni tampoco se pretendía eso; pero para nosotros era muy entrañable y cumplía su objetivo que no era otro que ilusionar a los niños, sobre todo, a los que se encontraban asilados en el Patronato San José Obrero (La Misericordia), que les repartían regalos en el mismo Centro, por entonces ubicado cerca de la iglesia de Santiago.

Dejemos la inocencia de los pequeños que sigan con sus incógnitas en sus pequeñas cabecitas y centrémonos en las preguntas que nos hacemos los mayores. ¿Qué hay escrito sobre el prodigioso hecho de la adoración de los Magos? Tomando como base el relato del evangelio de Mateo 2-1.2. “Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”.

Pero, ¿quiénes eran estos personajes? Según parece, el nombre de “mago” se le daba a los sacerdotes persas de la religión zoroástrica que, además, eran personas muy instruidas, estudiosos de la astrología y la influencia de ésta sobre los seres humanos, eran por tanto hombres sabios.

En Mateo 2,9, dice: “Ellos, después de oír al rey Herodes, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño.”

Es claro que este último relato de Mateo no puede tomarse al pie de la letra. Lo que nosotros entendemos por una estrella no puede posarse encima de una casa o donde se encontrase el Niño. Tampoco puede tratarse del cometa Halley (como apuntan algunos), ni de una supernova, ni siquiera de ningún planeta del sistema solar, ¿cómo podría acercarse un astro del firmamento a la Tierra sin que ésta saltara en pedazos? Más bien me inclino a creer que los Magos de Oriente tuvieron una inspiración divina y fueron conducidos por Dios ante su Hijo a través de una señal que ellos denominaron “estrella” y que, posiblemente, sólo ellos visualizaron.

Continúa Mateo 2,11. “Entraron en la casa; vieron al Niño con María su madre y, postrándose, le adoraron, abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra”.

Por esta parte del relato deduce la tradición popular que eran tres los reyes, ya que tres fueron los cofres que se abrieron. Más tarde incluso se les puso nombre: Melchor, Gaspar y Baltasar; pero estos nombres no están escritos en ningún texto sagrado, es fruto de la imaginación de la tradición cristiana que después inmortalizaron los artistas de la antigüedad en sus esculturas y lienzos.

Los Magos de Oriente que adoraron al Mesías, según la leyenda, una vez muertos fueron sus cuerpos conducidos por Elena, madre del emperador cristiano Constantino I, a Constantinopla. Después fueron trasladados a Milán y posteriormente recibieron sepultura en la Catedral de Colonia donde, al parecer, reposan en la actualidad.

Estaba muy lejos de pensar San Mateo al escribir el relato de los magos de Oriente, la tergiversación que se iba a producir con el paso de los siglos; pero aunque no se ajuste casi nada de lo que hoy se hace a aquella realidad, no deja de ser bonito, sobre todo la ilusión de niños, y ahora también de los mayores, todos los años el seis de enero.

 

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SANTIAGO EL MAYOR, PATRÓN DE ESPAÑA

 

 

 

Santiago el Mayor-llamado así para distinguirlo del otro apóstol también Santiago, que le llamaban el Menor por ser más joven, hijo de Alfeo-; con su hermano Juan (el evangelista), eran hijos de Zebedeo, ambos pescadores y compañeros de faena de Simón-Pedro en el lago Genesaret. Allí mismo fue donde Jesús los captó a los tres: “... No temas. Desde ahora serás pescador de hombres”. Llevaron a tierra las barcas y dejándolo todo, le siguieron. (Lc. 4, 8-11.)

Por su carácter impetuoso, Jesús llamó a Santiago y a su hermano Juan “Boanerges”, (hijo del trueno) Santiago fue, con su hermano Juan y con Simón-Pedro, uno de los elegidos por Jesús para que presenciara su gloria en la Transfiguración.

Después de la Resurrección de Cristo se dispersaron los apóstoles por todo el mundo conocido para anunciar la Buena Nueva; Santiago el Mayor recaló en España, predicando en Galicia y más tarde en Zaragoza, en esta última ciudad se encontraba abatido por las pocas conversiones que había conseguido, y en uno de sus descansos a orillas del río Ebro, le visitó la Virgen María apareciéndosele sobre un pilar dándole ánimos para seguir su misión.

Santiago regresó a Palestina donde fue torturado y decapitado por orden de Herodes Agripa. Sus discípulos lo introdujeron en un arca de mármol y en una embarcación lo trajeron de nuevo a España, desembarcando la urna funeraria en Iria Flavia, capital de la Galicia romana. Allí fue enterrado en un “compostum” o cementerio en el bosque denominado “Liberum Donum”, levantando un altar sobre su tumba.

En el año 813, se observaron algunos prodigios en el lugar de su enterramiento consistente en luces y resplandores que partían del lugar donde estaban inhumados sus restos. Desde entonces, aquel lugar se empezó a llamar “Campus Stella” (Campo de la Estrella), de ahí viene el nombre de Compostela.

Teodomiro, obispo de Iria Flavia, a requerimiento del ermitaño Pelayo, se personó en el lugar de los extraños resplandores, limpió de matojos el sitio y descubrió los restos del apóstol, identificados por las inscripciones que había en su lápida.

El rey Alfonso II, proclamó al apóstol Santiago patrono del reino.

En los siglos XII y XIII, época en la que se redactó el “Códice Calixtino”; primera guía del peregrino, el Papa Calixto II, concedió a la Iglesia Compostelana el “Jubileo Pleno del Año Santo”, pasando a ser Santiago de Compostela ciudad santa, junto a Jerusalén y Roma.

El Año Santo, se celebra cuando la festividad del apóstol, 25 de julio cae en domingo.

Muchas felicidades a los que celebran ese día su onomástica: Santiago, Jaime, Jacobo.

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SAN JUAN BAUTISTA


 

El Evangelio de San Lucas inicia su narración precisamente con el nacimiento de San Juan Bautista y las circunstancias maravillosas que lo precedieron. Isabel, estéril y muy anciana, vio cumplirse sus deseos de descendencia al anunciar el ángel Gabriel a Zacarías, su esposo, que Isabel le daría un hijo, al que habría de llamar Juan.

Cuando, después de la Anunciación, la Virgen María fue a visitar a su parienta, «el niño saltó de gozo en el seno de Isabel». Isabel, iluminada por el Espíritu Santo, exclamó: «¿Y de dónde a mí esto: que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lucas 1:41-44). Todas estas circunstancias realzan el papel que se atribuye a San Juan Bautista como prefiguración de Jesucristo y anunciador de su venida, papel reconocido por la doctrina cristiana.

Ya en su juventud, las inquietudes religiosas y espirituales de Juan lo llevarían a liderar una secta judía emparentada con los esenios. De reglas muy estrictas, los esenios eran una de las muchas sectas y comunidades monásticas judaicas de la época (como las de los saduceos, fariseos y celotes) que esperaban la llegada de un Mesías. Entre los esenios había un grupo, llamado de los bautistas, que daba gran importancia al rito bautismal. Gracias a los evangelios se conoce la historia del grupo liderado por Juan Bautista, que llevaba una vida ascética en el desierto de Judá, rodeado por sus discípulos.

Hacia el año 28, Juan el Bautista comenzó a ser conocido públicamente como profeta; su actividad se desarrolló en el bajo valle del río Jordán, donde predicaba la «buena nueva» y administraba el bautismo en las aguas del río. En sus predicaciones, que tuvieron gran acogida por parte del pueblo, exhortaba a la penitencia, basándose en las exigencias de los antiguos profetas bíblicos.

Juan administró el bautismo a numerosos judíos, a quienes pretendía purificar y preparar para la inminente llegada del Mesías; la penitencia que predicaba no debía ser meramente formal y externa, sino que tenía que comportar un auténtico cambio en la forma de vivir y de actuar. Poco después de la iniciación de su ministerio, Jesús de Nazaret recibió el bautismo de manos de Juan, pese a que el Bautista no quería hacerlo aduciendo que «soy yo quien debería ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» (Evangelio de San Mateo, 3:14). En los Hechos de los Apóstoles se distingue este bautismo, «con agua», del realizado por Jesús, «en Espíritu Santo» (Hechos, 1:5).

El tono mesiánico del mensaje del Bautista inquietó a las autoridades de Jerusalén, y Juan fue encarcelado por Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, cuyas inmoralidades había denunciado. San Marcos narró en su Evangelio (6:14-29) la muerte de San Juan Bautista: Salomé, hija de Herodías (la esposa de Herodes Antipas) pidió al tetrarca por indicación de su madre la cabeza del profeta, que le fue servida en una bandeja. El cuerpo de Juan fue probablemente enterrado por sus discípulos.

 

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Texto cortesía de

Biografías y vidas

La enciclopedia biográfica en línea

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SAN ANTONIO EL EREMITA

 

 

Como el que no quiere la cosa ya tenemos aquí San Antón. En lo que respecta a Orihuela, de todos es conocido el popular barrio que lleva su nombre, a estas alturas ya se habrán instalado por toda la barriada los puestos con las tradicionales bolas, el turrón de panizo y el palmito. Si todavía existen jóvenes que continúen la tradición, le regalarán a su prometida la “pesá”. Los charlatanes se darán cita un año más en la puerta de la ermita del santo para desgañitarse tratando de conseguir el tan apreciado primer premio del Concurso Nacional de Charlatanes, concurso que creara nuestro inolvidable “Ramonet”. Por otra parte, hay que destacar el acto solemne de investidura en el incomparable marco de la iglesia de la Universidad Histórica de Santo Domingo de los Caballeros, Dama e Institución de San Antón, cuyas distinciones han recaído este año en aquellas personas o Institución que, a juicio del Capítulo de Gobierno de la Honorífica Orden de San Antón, han sido merecedores de este galardón.

Pero este santo tan venerado en Orihuela y en tantos lugares, ¿quién fue? Muchas leyendas existen en torno a la figura de San Antonio Abad o San Antón, indudablemente es un santo muy popular y tiene cuantiosos fieles que se encomiendan a él. También existen innumerables ciudades y pueblos de España que celebran el día 17 de enero sus fiestas patronales con bendición de animales, etc.

San Antonio nació en el alto Egipto, a los 20 años de edad escuchó la voz de Jesús en el transcurso de una misa: “Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”. Antonio entregó a su hermana al cuidado de las vírgenes consagradas, vendió todos sus bienes, repartió el dinero a los pobres y decidió darse por completo al Señor. Se retiró a vivir a una comunidad ascética, más tarde, se fue al desierto donde vivió en absoluta soledad; por último, encontró su lugar cerca del Mar Rojo donde estuvo como ermitaño.

En el año 311 se desplazó hasta Alejandría donde predicó contra el arrianismo.

Se cuenta que en uno de sus retiros se le acercó un jabalí hembra con sus jabatos que estaban ciegos. Antonio les curó su ceguera, desde entonces la madre como agradecimiento no

se separó de él, defendiéndole de las alimañas. Con el tiempo, los fieles fueron cambiando la imagen de la jabalina por la de un cerdo, por eso se representa así en algunas ocasiones.

San Antón murió hacia el año 356 en el monte Colzim, cerca del Mar Rojo, con muy avanzada edad, (se ignora la fecha de su nacimiento).

Son muchos los oficios artesanales que lo tienen como patrón, además, como es sabido tiene bajo su patronazgo a todos los animales.

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VUELVE SAN VALENTÍN 

 

Publicado en el diario INFORMACIÓN de fecha 08-02-2023

 

Antes de 1959, pocos jóvenes sabían que el día 14 de febrero se celebraba el día de los enamorados. Todo comenzó en ese año, cuando un Fernando Palacios, ayudante en la película Las chicas de la Cruz Roja, se le ocurrió llevar al cine una historia sobre San Valentín: El día de los enamorados. Hasta entonces casi nada se conocía al respecto.

Es cierto que a San Valentín siempre se le ha atribuido el patronazgo de los enamorados. Cuenta la leyenda que el emperador Claudio II prohibió contraer matrimonio a los soldados. El emperador pensaba que, al no tener familia, estos jóvenes estarían más dispuestos a ir a la guerra. Valentín sintió pena por ellos y decidió ayudarles a contraer matrimonio en secreto. De esta forma se convirtió en el santo de las parejas de novios.

El día de los enamorados, película que fue protagonizada por un elenco de artistas de gran popularidad de la época: Antonio Casal, Conchita Velasco, Mabel Karr, María Mahor, Katia Loritz, Tony Leblanc… y el apuesto Jorge Rigaud en su papel de San Valentín, venido a Madrid a arreglar los “problemillas” que existían entre varias parejas de novios. Tuvo tanto éxito que, por entonces, una floreciente Galerías Preciados, se adhirió a la celebración del día de los enamorados anunciando por todos los medios posibles la conveniencia del intercambio de regalos entre los novios. Ya se introdujo en las retinas de los espectadores aquellas jovencísimas y guapísimas parejas, y sus peripecias por un Madrid idílico donde todavía se podía aparcar en la Gran Vía para tomar un refresco en una de sus numerosas terrazas. Pero aquella bonita película tenía que entrar igualmente por los oídos, para ello crearon la canción del mismo título del films, El día de los enamorados, que cantaban sus bellas actrices con las voces de Los Globe Trotters. Constituyó tal éxito que aún es recordada o tatareada por mucha gente.

En 1962 el mismo director cinematográfico Fernando Palacios, reaparece con otra película del mismo corte de la anterior: Vuelve San Valentín. Protagonizada por Jorge Rigaud —que repite en su papel del santo venido a Madrid—, José Luis López Vázquez, “Casen”, Amparo Soler Leal… En esta ocasión, aunque la cinta tuvo buena acogida por parte del público, no consiguió el éxito de la primera, pero sí logró consolidar la costumbre en España de celebrar el día de los enamorados.

Hoy día, lo que comenzó tímidamente a celebrarse a primeros de los 60, ha llegado a su cenit; se ha pasado de intercambiarse modestos regalos entre jóvenes enamorados el 14 de febrero, a sumarse a la celebración, padres y abuelos que también dicen tener derecho a estar enamorados de sus actuales parejas, o de las nuevas, una vez separados de las primeras y formado una nueva relación sentimental.

Los pequeños comercios, grandes superficies comerciales, joyerías, floristerías, y toda clase de tiendas, anuncian con tiempo suficiente sus productos para regalar a la pareja. Las confiterías venden la “tarta de los enamorados” con el corazón de Cupido. Los hoteles ofrecen sus servicios para alojar a toda clase de enamorados que deseen pasar una noche de amor inolvidable con cena, baile y desayuno especial para el día después. Las agencias de viajes ofrecen sus servicios para vivir ese día en algún lugar exótico…Aunque la crisis que sufrimos también hace mella en todas estas tradiciones.

Mis felicitaciones a todos los enamorados: jóvenes, adultos, maduros, abuelos… y, por supuesto, a los que celebren su onomástica el día 14 de febrero. Se lo deseo con la última estrofa de aquella canción que popularizó en nuestro país El día de los enamorados.

Hoy es el día de los enamorados
y todo lo que importa es el querer.
Y por eso he de pedir que siempre vele por los dos
Y nos proteja San Valentín.

 

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TIEMPO DE COMUNIONES

 

 

Ahora que nos encontramos en el tiempo de las primeras comuniones, me gustaría hacer una reflexión sobre ellas y la realidad que vivimos en estos momentos.

Hay padres que no bautizan a sus hijos y, por consiguiente, tampoco los inscriben para realizar la primera comunión. Cuando se les pregunta el motivo hay varias versiones: “Creo en Dios, pero no en los curas”. “Todo eso vale dinero y yo no lo tengo”. “Mi hijo no necesita eso para vivir”… ¡Nada que objetar!, cada uno es muy libre de conducir su vida y la de sus hijos de la manera que crea más oportuna. Sin embargo, a esta clase de personas hay que reconocerles cierta sinceridad. Tienen las ideas claras y las llevan a cabo.

Existen otros padres que les gustaría ver a sus hijos hacer su primera comunión, pero su trabajo les impide llevarles a la catequesis durante tres años, tampoco pueden acudir al auxilio de los abuelos porque son muy mayores o están enfermos y no pueden responsabilizarse de los nietos.

Otros son los que dicen aquello de, “por mí no haría mi hijo/a la comunión, pero como sus amiguitos/as la van a hacer pues mi hijo/a no va a ser menos”…

Todos sabemos que durante el tiempo que dura la catequesis, los niños/as, tienen que asistir a la misa dominical de la parroquia respectiva. Algunos padres, mientras su hijo/a se encuentra en el interior del templo, ellos permanecen en animada charla en la puerta de la calle sin interesarles para nada lo que allí se está haciendo.

En general y, salvo algunas excepciones, la primera comunión no deja de ser un acto social donde los niños/as lucen su traje de almirante o princesa, sus padres ponen la cámara digital a tope de fotos, y todo acaba en la mesa delante del cordero y el Rioja.

Conozco mucha gente que, tras la primera comunión, ya no han vuelto a pisar una iglesia.

En mi niñez, todo era mucho más sencillo. Los niños y niñas eran catequizados en los mismos colegios, por supuesto, no duraba tanto tiempo la preparación, ni suponía un esfuerzo añadido para los padres. En estos días tan ajetreados donde todo el mundo va de cabeza con sus obligaciones, no se puede pretender que los niños/as asistan durante tres años a la parroquia como una actividad extraescolar. Los niños se agobian con una enseñanza general farragosa como la actual, con multitud de deberes escolares para realizar en casa, con la catequesis pre-comunión, el pos-comunión, etcétera. Desean ir despojándose de aquello que no les reporte alguna ventaja efectiva en la vida, o que le sirva de diversión, como el deporte, Internet y cosas así.

Creo que una alternativa eficaz sería que, un año antes de realizar el niño/a su primera comunión, fuese acompañado de sus padres a la parroquia a inscribirse, le dotasen de un catecismo ameno y comprensible para su edad y lo estudiase en casa. Un día al mes y, hasta la fecha de su primera comunión, ser “examinado” por el párroco o persona en la que él delegue, y al final, unos días antes realizar un pequeño ensayo en la iglesia. Creo que con eso sería suficiente.

Esta opción aliviaría la tediosa situación que viven actualmente los niños/as y sus familiares con las múltiples obligaciones que se les vienen encima.

Por otra parte, este acontecimiento que, sin lugar a dudas es importante para un cristiano, debería celebrarse de una manera más natural, sin boatos ni grandes banquetes, como corresponde a las personas que tratan de imitar a Jesús de Nazaret, pues, arrastran a los que tienen poco poder adquisitivo a endeudarse para que sus hijos no sean menos que los demás, y a los que viven en la pobreza a renunciar a ese evento porque ni siquiera pueden pedir el dinero prestado.

Recuerdo que en los años 60, con el fin de que ningún niño/a destacara con su indumentaria de los demás comulgantes, se impuso la obligación de vestirles a todos igual: los niños con pantalón y camisa, al cuello un cordón de donde pendía una cruz de madera. Las niñas con un hábito blanco y la misma cruz de madera; con esta medida se pretendían homologar y dar un carácter de austeridad a la primera comunión.

Hemos vuelto con las comuniones a los cuentos de príncipes y princesas. No hace falta nada de eso, ni multitudinarias comilonas, ni regalos suntuosos… seamos consecuentes con lo que se pretende celebrar, y, sobre todo, que esa primera comunión no sea la última.

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EL GLORIOSO SAN JOSÉ, SU VARA Y SU BARBA

 

 

Cuando apenas el que les escribe era un chiquillo y asistía al colegio Oratorio Festivo —algo ha llovido—, había en la capilla una imagen de San José con el Niño Jesús tomado por su brazo izquierdo y una vara asida con el derecho. Me llamaba mucho la atención de aquella imagen dos cosas: la vara florecida en el extremo superior, y la barba que denotaba una avanzada edad para ser el padre de un niño tan pequeño.

Hasta hace muy pocos años no me he preocupado de satisfacer estas dos curiosidades, ahora que me dispongo a escribir algo por el Día del Padre, ¿qué mejor ocasión para reflexionar sobre la figura del glorioso padre adoptivo de Jesús?...

Si nos atenemos a los cuatro evangelios canónicos, muy poco se habla de la vida y obra de San José, tampoco hay nada escrito que dijera él mismo de su propia boca. Los evangelios “apócrifos” —palabra que en griego significa "tapado" o "secreto" y que no son reconocidos por la Iglesia Católica— son más explícitos, aunque también contienen sus carencias y no son del todo fiables.

San José era un "tekton", lo que hoy podríamos denominar coloquialmente “un manitas”. Realizaba reparaciones de todas clases, pero la tradición, por fin, le situó definitivamente en el oficio de carpintero. Así se reconoce en San Mateo 13-55 y Marcos 6-3.

La Virgen María, según los mismos escritos apócrifos, los tres primeros años de su vida los pasó con sus padres San Joaquín y Santa Ana, desde esa edad hasta los 13 años residió en el Templo de Jerusalén, lo que hoy podríamos entender como novicia en un convento; pero las jóvenes que residían allí al llegarles la primera menstruación las sacaban porque se consideraba que podían provocar la impureza del sagrado recinto. Entonces los sacerdotes convocaban a hombres justos para que las tomaran por esposas. En la elección para desposar a la Virgen María ocurrió un hecho prodigioso, entre los candidatos hubo uno llamado José, de la tribu de Judá, que, en aquel momento, le floreció la vara que llevaba entre sus manos y se le posó en la cabeza una paloma blanca. Esta maravilla se interpretó como el deseo de Dios de que fuera José el elegido para desposarse con María.

Los escritos apócrifos señalan que La Virgen María tenía 15 años cuando dio a luz a Jesús, y San José era un hombre viudo con seis hijos —incluso nos indica sus nombres—: Judas, Josetos, Santiago, Simón, Lisia y Lidia, y una edad de 92 años.

Es fácil deducir por qué los artistas, siempre muy sensibles y prestos a interpretar en sus esculturas y lienzos las cosas de Dios, representaron a San José con la vara florecida y una poblada barba que le daba un aspecto de persona muy metida en años.

En los evangelios canónicos no se habla para nada de este hecho milagroso, no obstante, La Iglesia Católica acepta que se represente a San José con ese florido báculo y su abundante barba.

Nada se sabe de su final, como decía al principio, en los evangelios oficiales de la Iglesia Católica existen pocas referencias, los no oficiales dicen que murió a los 111 años de edad. Si damos por cierto este dato, San José estuvo desposado con la Virgen María tan sólo 19 años, ya que la tomó por esposa a los 92. Jesús quedaría sin la protección de su padre a la edad de 18 años. Debe ser por eso que en ningún pasaje de la vida pública de Jesús se nombra para nada a San José, y sí a su madre, que por entonces debía tener de 48 a 50 años de edad.

Lejos de todas estas “leyendas”, más o menos en consonancia con aquella realidad, es un acierto muy grande haber designado la festividad de San José como Día del Padre. Este santo tan especial y tan próximo a Jesús fue un ejemplo de paternidad toda vez que, sin haber engendrado a Jesús, ejerció como padre amoroso, siendo el cabeza de la Sagrada Familia. Con su fe y obediencia a Dios, comparable a la de Abraham; con sus enseñanzas y su vida sencilla de trabajo artesanal y constante vigilia protectora hacia el Niño Jesús, fue un ejemplo de santidad. Modelo de padre y esposo, está declarado patrón de la Iglesia universal, de los trabajadores, de innumerables comunidades religiosas y de la buena muerte.

Está claro que estas curiosidades no se deben tomar como hechos históricos fehacientes, son eso, curiosidades. San José sigue siendo para mí aquella figura entrañable que veía siempre en la capilla del Oratorio Festivo con su Niño en brazos, su cabeza agachada en gesto de humildad, su poblada barba, y su aspecto de buen padre y protector.

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DE LA V.O.T. A LA O.F.S.

 

 

 

Una tarde del año 1994, como otras, me dirigí al convento de San Francisco a visitar a mi amigo Fray Antonio López. Manteníamos ambos largas e interesantes charlas, aquel día me presentó al nuevo Padre Guardián Fray Francisco Oliver, me pareció un hombre inteligente y muy activo, con ganas de hacer cosas nuevas, le abordé el tema de la Venerable Orden Tercera, puse el dedo en la llaga, la VOT se encontraba en una situación arcaica, adormecida y a falta de una renovación a fondo para adecuarla a las nuevas Constituciones Generales de la Orden. Agradeció mi interés por este asunto y le animé a emprender la actualización de dicha Orden. Me puse a su disposición para emprender esta tarea y así iniciamos los primeros trámites.

En principio se pensó crear la nueva Orden Franciscana Seglar, emanada de los preceptos del Concilio Vaticano II y de la Regla aprobada por el Papa Pablo VI el 24 de Junio de 1978, en la cual queda abrogada la antigua VOT, pero después llegamos al convencimiento de que era preferible enfocar la reforma sin anular lo ya existente para no herir susceptibilidades. Se procedió a instar del entonces Ministro Local Emilio Bregante Palazón, la documentación que obraba en su poder y éste, no sólo la entregó sino que colaboró activamente en todo el proceso de adecuación de la Orden al mandato Conciliar.

Logramos formar un grupo de 24 personas entre antiguos miembros de la Venerable Orden Tercera y nuevos aspirantes a ingreso, que después de un largo período de formación, concretamente el día 26 de Mayo de 1996 realizaron la profesión de la Regla.

El 8 de Junio del mismo año se celebra el primer Capítulo electivo de la nueva Orden Franciscana Seglar en la Fraternidad Local de Orihuela, quedando constituido el Consejo de la forma siguiente: Ministro Local, Benedicto Martínez Vicente. Viceministro, Vicente Meseguer Gracia. Secretario, Emilio Bregante Illescas. Maestro Responsable de Formación, Antonio Colomina Riquelme. Tesorero, Vicente Torres Sánchez y Encargado de Culto, José Manuel Saura Caselles. éste último oficio no había existido anteriormente ni figura en las Constituciones Generales, pero habida cuenta de la singularidad de la Orden en la Fraternidad oriolana se creyó conveniente crear la figura de Encargado de Culto para que hubiese un miembro del Consejo responsable de los actos en torno a Nuestro Padre Jesús, Patrón de Orihuela y su huerta, cuya Mayordomía, como todo el mundo sabe, pertenece a la Orden Franciscana Seglar.

El primer Consejo de la ya Orden Franciscana Seglar se fijó varios e importantes objetivos, pero se pueden resumir en una sola cosa: la modernización. Durante el trienio que dura el mandato fueron preparados por el Maestro Responsable de Formación 36 nuevos miembros profesos de la Orden. Se inscribieron cientos de nazarenos entre ellos muchas mujeres que hasta entonces habían tenido vetada su entrada en la Mayordomía. Se cambiaron las vestas y su color adecuándolas a los colores de la túnica de Nuestro Padre Jesús. Se fabricaron cirios nuevos. Se restauró la base del trono del Señor. Se realizaron oropeles nuevos en la Iglesia de las Santas Justa y Rufina para la estancia y novena a Nuestro Padre Jesús en la Cuaresma; y un sinfín de cosas que era urgente hacer después del letargo a que estuvo sometida la Mayordomía durante tantos años.

Desde el mes de Junio de 1999 hasta el día de hoy, los distintos Consejos que han sido elegidos continúan la labor emprendida por el primero y han conseguido llevar a la Mayordomía de Nuestro Padre Jesús al esplendor que goza en la actualidad. Tiene más de 2.000 nazarenos y hay lista de espera para ingresar. Se le ha confeccionado una costosísima túnica a la imagen del Señor. Se han hecho tronos nuevos al Cristo de la Agonía (que ahora desfila a hombros de mujeres), y al de la Virgen Dolorosa y San Juan. Se ha formado una guardia de honor para el Patrón. Obras de infraestructura en la Capilla y Sacristía de Nuestro Padre Jesús. Lo que era un vetusto y desvencijado almacén se ha convertido en un mini museo, aprovechando la parte alta para sala de reuniones…

Por destacar algunos de los artífices de este largo transcurso hay que citar al Padre Francisco Oliver, Guardián del Convento entonces y, más tarde, Provincial de la Orden Franciscana Menor, fue el propulsor, sus valiosos consejos ayudaron mucho a todos los directivos.

Otro hombre clave ha sido Benedicto Martínez Vicente, primero como Ministro de la Fraternidad Local y ahora como Presidente de la Mayordomía, desde el primer momento está luchando denodadamente por mejorarlo todo, aportando continuamente nuevos proyectos que defiende siempre con gran ilusión.

Me gustaría igualmente resaltar la magnífica labor de José Manuel Saura Caselles, Encargado de Culto desde el principio, ejerce además como jefe de los costaleros y cuadrilleros; sería imposible figurarse la Mayordomía sin este hombre trabajador, servicial y vocacional.

Hay otros muchos y buenos colaboradores que se han ido integrando y cuyas capacidades son muy importantes y positivas para la Organización, como es el caso del nuevo Secretario Manuel Ramón Vera Abadía, incansable y volcado al máximo en su misión, y el actual Tesorero José Manuel Quesada, que administra el dinero con sana “tacañería”, para que nunca le falte a la imagen del Señor lo necesario para su culto y ornamentación.

Por último diré que estoy francamente satisfecho de lo mucho que se ha conseguido en esta ya floreciente Orden Franciscana Seglar y M.I. Mayordomía de Ntro. Padre Jesús Nazareno, que estaba anclada en el pasado y en situación periclitar; de haber podido aportar mi granito de arena a su positiva innovación. Orihuela y los oriolanos se lo merecen, a la vista están las muestras de fervor popular en todas las manifestaciones en torno a nuestro Santo Patrón, Nuestro Padre Jesús Nazareno.

 

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NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN

 

 

El día 15 de agosto celebra la Iglesia Católica el día de la Asunción de la Santísima Virgen María en cuerpo y alma a los cielos. Este dogma, proclamado por el Papa Pío XII en el año 1950 deja aclarado de una vez por todas el misterio del final de la Madre de Jesús entre los hombres. De todos es sabido que ni en los evangelios canónicos ni en el libro de los Hechos, se menciona para nada la muerte de María (Míriam, era su verdadero nombre); existía por tanto un vacío que alguien con autoridad dentro de la Iglesia tenía que rellenar. Nadie mejor que el Papa que, después de escuchar a todos los obispos de la Iglesia Católica, hacerse eco del sentir de los fieles, tras largas oraciones y meditaciones, bajo la inspiración del Espíritu Santo, proclamó el dogma de la Asunción: ...pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo”. (Constitución “Munificentissimus Deus”. –Pío XII.) Observará el lector que no se especifica para nada ni el modo ni la forma en que María terminó “el curso de su vida terrenal”, ni tampoco de qué forma subió en “cuerpo y alma a la gloria del cielo”; eso queda ahí para que los artistas esculpan y plasmen en sus lienzos sus interpretaciones. La palabra “dogma”, que quiere decir entre otras cosas “Verdad revelada por Dios, y declarada y propuesta por la Iglesia para la creencia de los fieles”. (Diccionario enciclopédico Espasa.) No admite controversia alguna, por tanto es de obligado cumplimiento su aceptación por parte de todos los creyentes. Al respecto, San Juan Damasceno escribe: “Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad”. [...] El cuerpo de la Virgen María, la madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue llevado al cielo, porque así lo pedía no sólo el hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar santidad de su cuerpo virginal”. [...] (San Germán de Constantinopla). En los muchísimos escritos dejados por los santos padres de la Iglesia —como se observa en los dos últimos—, se contempla la muerte de María como un hecho evidente, por tanto, siguiendo el dogma proclamado por el Papa Pío XII, los católicos debemos creer que la Virgen María fue asunta al cielo después de su fallecimiento en su cuerpo incorrupto.Muchas felicidades a los muchísimos pueblos y ciudades que celebran este día sus fiestas patronales en nuestro país; también a las innumerables españolas que celebran su onomástica: Asunción, Paloma, etc.

 

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LA SANTA CENA, PRESENTE EN LOS HOGARES ESPAÑOLES

 

 

 

Acepto encantado la amable invitación del presidente de la “Cofradía de la Sagrada Institución de la Eucaristía ‘Santa Cena’ y Ntra. Sra. de los Ángeles”, así como del director del presente libro conmemorativo del 70 Aniversario (1943-2013) de la creación de esta emblemática hermandad, para colaborar en la publicación que, estoy seguro, ha de servir como vínculo intergeneracional entre los oriolanos de hoy y del futuro.

El recuerdo más lejano que tengo de la Santa Cena arranca de mi más tierna infancia. En mi casa, como en casi todos los hogares españoles, había un cuadro de la Santa Cena que presidía el comedor, el que colgaba en la pared de mi domicilio era una reproducción de la Última Cena de Leonardo da Vinci. Esta obra, que tenía unas dimensiones bastante grandes, paraba justamente enfrente de mí cuando me sentaba a la mesa en el lugar que tenía asignado en todas las comidas familiares que realicé durante mi estancia en la casa de mis padres.

Mientras comía, mi mirada se recreaba en aquellas controvertidas figuras que parecían polemizar sobre algún tema de especial importancia para ellos. Nunca supe comprender bien el significado real de aquellas imágenes. Todos formando corrillos, como sorprendidos por algo que ellos mismos no acertaban a entender. Seguramente, el autor quiso plasmar en los apóstoles el momento en que Jesús les dijo que uno de ellos le vendería. Todos porfían abiertamente menos Juan y Pedro que cuchichean con las caras muy juntas. Tomás levanta su dedo índice como queriendo decir “Maestro, si es uno el que te ha de vender, di quién es”. Felipe se señala colocando su mano en el pecho como manifestando, “Señor, ¿acaso soy yo?” Judas, mientras tanto, aparece solitario, huraño, asiendo con fuerza la bolsa de las treinta monedas que recibió por traicionar a Jesús. Mateo mira a Simón señalando con sus manos a Jesús y parece querer decir, “¿has oído lo que ha dicho el Maestro?” Bartolomé desde un extremo de la mesa se incorpora sorprendido. Andrés muestra las palmas de sus manos queriendo revelar que él no sabe nada de todo lo que se está dilucidando […]

Todo un símbolo este cuadro de Leonardo da Vinci que quedó para siempre en mis retinas.

Después, otros estudiosos y eruditos han querido interpretar diferentes cosas más fantasiosas dentro de la obra del genial autor.

Ya de adolescente, tuve otra experiencia con la Santa Cena. Junto a mis amigos de juventud José Céspedes Moñino y Manuel Roberto Leonís Ruiz, formamos, como en un juego de jóvenes inquietos, un trío vocal que denominamos “Orcelis”, con la única finalidad de divertirnos y participar en los programas cara al público que se realizaban los sábados por la noche en la antigua emisora “La voz de Orihuela”, ubicada en aquella época en la calle Mayor. Rodolfo, un amigo nuestro que residía en la Plaza del Marqués de Rafal y cuya familia tenía una estrecha amistad con algunos frailes capuchinos, nos grabó en una cinta magnetofónica una canción y, en una visita que realizaron Fray Victor de Vinalesa y su primo Fray Olegario de Vinalesa a su casa, escucharon la grabación y les agradó, mostrando interés en conocer personalmente a los jóvenes que habían puesto sus voces en aquella cinta.

Así, un domingo por la mañana nos dirigimos mis amigos y yo hasta el desaparecido convento de Capuchinos, donde nos esperaban aquellos dos religiosos que eran buenos aficionados a la música y tocaban el piano con bastante destreza.

Permanecimos ensayando bajo la dirección de Fray Víctor en aquél convento durante algún tiempo. Pero la causa por la que relato todo lo anterior es porque, se da la circunstancia, de que por entonces, el paso de La Cena se custodiaba en el convento capuchino del barrio rabalochero. Cuando acabábamos los ensayos, Fray Olegario nos acompañaba hasta la puerta, no sin antes realizar una obligada visita al lugar donde se encontraba el paso de La Santa Cena, con parada y catequesis ante la magnífica obra del escultor Enrique Galarza.

Aquellas trece figuras sentadas en torno a la mesa siempre eran cuidadosamente escrutadas por mí, buscándoles su sentido histórico y evangélico.

Otra experiencia que permanece en mi memoria por su grandeza y realce fue siendo el que les escribe apenas un niño. Era un Miércoles Santo, al contrario de otras procesiones de la Semana Santa que las presenciaba con mis padres a la entrada de la calle Mayor, justamente en la puerta del extinguido Banco Central, (local donde posteriormente se establecería Galerías Colón); este día, mi padre reservaba en la calle Arzobispo Loazes, a la altura de la ferretería Penalva, algunas sillas para la familia ya que, mi hermano mayor Enrique, era cofrade del Lavatorio y esa noche queríamos verlo venir desde la hermosura de aquella avenida.

Cuál fue mi sorpresa cuando, al ver aparecer el majestuoso paso de La Cena, observo cómo, al mismo tiempo que avanzaba, se abría mecánica y lentamente, quedando la figura del Jesús en el centro y seis apóstoles a cada uno de sus costados. Todo ello, con una megafonía en las que se escuchaban las palabras eucarísticas acompañadas de una música de fondo que invitaba al recogimiento y a la oración.

En muy pocas calles de la ciudad se podía presenciar este espectacular paso en todo su esplendor ya que, al abrirse, ocupaba por su extensión gran parte de la calzada, y ésta, debía de ser muy amplia. Quizá por ese motivo es posible que aquella experiencia no se volviera a repetir en años sucesivos.

La “Cofradía de la Sagrada Institución de la Eucaristía ‘Santa Cena’ y Ntra. Sra. de los Ángeles” de Orihuela, cuyo paso principal simboliza el culmen y el centro de la fe de la experiencia cristiana, nos transporta a todos los que presenciamos la procesión del Miércoles y Viernes Santo hasta aquél cenáculo en Jerusalén donde Jesús quiso quedarse para siempre entre nosotros a través de la eucaristía. Sus cofrades, que riegan todas las calles de la ciudad con el níveo de la Sagrada Hostia y el rojo de la preciosa Sangre de Cristo, dan testimonio año tras año de su devoción, mostrando el mismo entusiasmo de aquellos pioneros que, en 1943, decidieran crear esta institución en el seno del popular y emblemático barrio oriolano del Rabaloche.

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