RELATOS RELACIONADOS CON LA CIUDAD DE

DE

ORIHUELA

 

 

BREVE GUÍA DE ORIHUELA

 

 

MONUMENTOS NACIONALES

 

Catedral de El Salvador, (de estilo gótico y renacentista). Según la historia, en 1488 los Reyes Católicos oraron y celebraron Cortes Generales en la, por entonces, Colegiata de San Salvador.

Colegio de Santo Domingo, antigua universidad literaria. (Se conjugan los estilos barroco y renacentista). Fue fundado por el arzobispo Fernando de Loazes.

Iglesia de las Santas Justa y Rufina, la torre campanario de estilo gótico con sus gárgolas, conserva uno de los relojes más antiguos de España. El templo renacentista y barroco.

Palacio Episcopal, de estilo barroco siglo XVIII.

Iglesia de Santiago, portada construida en 1488, de estilo gótico-isabelino, en cuya fachada se presenta el escudo de armas de los Reyes Católicos.

MUSEOS QUE ALBERGA ORIHUELA CIUDAD

Museo arqueológico San Juan de Dios.

Museo Diocesano de Arte Sacro, donde se conserva el cuadro religioso La Tentación de Santo Tomás, de Velázquez.

Museo de Semana Santa.

Casa-Museo de Miguel Hernández.

Museo de la Muralla, donde se exhiben los descubrimientos de las distintas excavaciones.

Museo Fundación Pedrera o Sorzano de Tejada.

Museo de la Reconquista, trata de las fiestas de Moros y Cristianos.

Museo de las Reliquias de la Pasión de Jesús, ubicado en el convento de San Francisco (Orden Franciscana Seglar).

ENTRE LAS IGLESIAS, PALACIOS, CONVENTOS Y OTROS, APARTE DE LOS YA MENCIONADOS COMO

MONUMENTOS NACIONALES, FIGURAN COMO MÁS DESTACADOS LOS SIGUIENTES:

Palacio del Marqués de Rafal, del siglo XVIII.

Palacio de los condes de la Granja, de estilo barroco.

Palacio del conde de Pinohermoso, donde se encuentra situada La Biblioteca Pública

Fernando de Loazes”. Es la primera Biblioteca Nacional de ámbito público creada en España.

Palacio Hotel Tudemir, antiguo palacio de los condes de Luna.

Palacio del Barón de la Linde.

Palacio del Marqués de Arneva, donde se ubica actualmente la Casa Consistorial.

Palacio de Rubalcava, estilo neobarroco, en la actualidad necesitado de restauración.

Palacio del Portillo, alberga la sede de la Caja Rural Central.

Palacio de la condesa de Vía Manuel.

Palacio Roca de Togores y Cerdá, cercano al del marqués de Rafal.

Palacete de Los Mejías, es la sede de Aquagest de Levante en la Vega Baja.

Ateneo Cultural Casino Orcelitano, edificio del siglo XIX de arquitectura academicista y eclecticista.

Teatro Circo, uno de los más bellos de España en su estilo.

Seminario Diocesano, situado en el Monte de San Miguel. Según se dice, la reina Isabel II, en una visita a Orihuela comentó que era el mejor balcón de Europa.

Monasterio e Iglesia de la Visitación, siglo XVIII.

Convento e Iglesia de San Juan de la Penitencia, edificio barroco del siglo XV (reformado).

Convento e Iglesia de la Trinidad, edificio renacentista del siglo XVI.

Convento e Iglesia de San Sebastián, siglo XVI.

Convento e iglesia de Santa Ana (PP. Franciscanos), en él se encuentra a la veneración de todos los fieles la imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno, Patrón de Orihuela y su huerta.

Santuario de Ntra. Sra. De Monserrate, iglesia estilo barroco siglo XVII, donde se venera a la Patrona de la Ciudad.

Convento e Iglesia del Carmen, estilo barroco del siglo XVII.

Iglesia de San Agustín, siglo XVIII, estilo neoclásico y barroco. Pendiente de restauración.

Iglesia de San Vicente Ferrer.

Ruinas Históricas del Castillo.

El Palmeral, segundo de España en importancia tras el de Elche.

PLAYAS DEL TÉRMINO MUNICIPAL DE ORIHUELA:

Orihuela atesora 16 Km. de excelentes playas urbanizadas, en seis parajes paradisíacos: Punta Prima, Playa Flamenca, Cabo Roig, La Zenia,

Campoamor y Mil Palmeras. Hacen de Orihuela una de las ciudades más completas de España, donde se conjugan la historia, la tradición, el

arte y la cultura en general con la modernidad: el ocio, el deporte, las vacaciones de playa, etcétera

 

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ESPLENDOR ORIOLANO

 

 

Orihuela, soy niño, adolescente y maduro, siempre la veo como la blanca y dulce que me dio el ser aparte de mi madre; mi carácter es oriolano por mucho que me distancie,

es exclusivo en cuanto a su idiosincrasia. En estas fechas de la Reconquista siempre nos viene a la mente la figura de la Armengola, siempre grandes nuestros paisanos, sobre todo

aquellas personas que nos proporcionaron nuestra libertad y las que posteriormente le dieron esplendor a Orihuela, hoy y siempre ha sido especial. Desde que nuestra heroína

con su hazaña liberara de la opresión musulmana a nuestro pueblo, muchos han sido los logros conseguidos por nuestros coterráneos.

Pero, ¿quién fue esta heroica mujer que liberó a Orihuela de la opresión sarracena?...

Cuenta la leyenda que la Armengola (llamada así por ser la esposa de Pedro Armengol), su verdadero nombre era Hermenegilda-Eugenia, nodriza de Abdella Zelino,

uno de los hijos del alcaide moro del castillo, su nombre Aben-Mohor, oye que se prepara la masacre de los cristianos del Arrabal Roig (llamado hoy barrio del Rabaloche),

la Armengola solicita autorización para subir a la fortaleza a sus tres hijas y salvarlas de la cruel matanza que se prepara; esta valiente señora, en lugar de llevar con ella a sus

hijas vistió de mujer a tres fornidos lugareños por nombre Garula, Mabinio y Eulogiano, escondiendo en sus vestidos largos cuchillos, al pasar por los puestos de centinela iban

degollando a éstos, dan muerte al mismo alcaide moro y a su familia tomando así la fortaleza.

Durante su ascenso al castillo, ven en el firmamento dos luceros, uno se posa sobre el Arrabal Roig, y otro sobre la fortaleza. Ellos interpretan que eran las

santas Justa y Rufina, mártires sevillanas que colaboraban en la liberación confundiendo a los sin fe.

Esas dos luminarias se colocan ahora en la parte más alta de las ruinas del castillo durante las fiestas de La Reconquista.

Si bien la Armengola liberó al pueblo de Orihuela, no menos hicieron otros oriolanos para darle grandiosidad. Así fue configurándose la ciudad como una de las más

importantes de nuestra Comunidad Valenciana, hasta llegar a ser declarada el 26 de mayo de 2010, “Gran Población”. Y para muestra expongo algunos ejemplos:

Orihuela es sede episcopal desde que fue creada en 1564, cumpliéndose así un largo anhelo de los oriolanos. También, desde 1742 que lo mandara construir el obispo

D. Juan Elías Gómez de Terán alberga un magnífico seminario diocesano en el Monte de San Miguel. Todo esto nos ha dado fama de “fabricar” curas. En los tiempos

seculares que hoy nos toca vivir nada nos debe sorprender, Orihuela, hoy y siempre, ha sido, es y será un pueblo devoto, solidario con los más necesitados, respetuoso

con las otras creencias, hospitalario y orgulloso de sus costumbres que arrancan desde tiempos ancestrales; pero también nos ha dado justo renombre por ser uno de los pueblos

de la Comunidad Valenciana más cultos y con más historia, ahí están para corroborarlo los cinco monumentos nacionales:

La Catedral de El Salvador, (de estilo gótico y renacentista). Según la historia, en 1488 los Reyes Católicos oraron y celebraron Cortes Generales en la, por entonces, Colegiata de San Salvador.

El Colegio de Santo Domingo, (se conjugan los estilos barroco y renacentista).

La Iglesia de las Santas Justa y Rufina con sus gárgolas, la torre campanario de estilo gótico conserva uno de los relojes más antiguos de España. El templo renacentista y barroco.

El Palacio Episcopal, de estilo barroco siglo XVIII.

La Iglesia de Santiago, portada construida en 1488, de estilo gótico-isabelino, en cuya fachada se presenta el escudo de armas de los Reyes Católicos.

Este cúmulo de monumentos dio lugar a que en 1969, el casco histórico de la Ciudad fuera declarado “Conjunto Histórico Artístico Monumental”.

Y los ocho museos que alberga Orihuela Ciudad:

Museo arqueológico San Juan de Dios.

Museo Diocesano de Arte Sacro, donde se conserva el cuadro religioso La Tentación de Santo Tomás, de Velázquez.

Museo de Semana Santa.

Casa-Museo de Miguel Hernández.

Museo de la Muralla, donde se exhiben los descubrimientos de las distintas excavaciones.

Museo Fundación Pedrera o Sorzano de Tejada.

Museo de la Reconquista, trata de las fiestas de Moros y Cristianos.

Museo de Reliquias de la Pasión de Jesús, situado en el convento franciscano (Orden Franciscana Seglar).

Entre las iglesias, palacios, conventos y otros, aparte de los ya mencionados como monumentos nacionales, figuran como más destacados:

Palacio del Marqués de Rafal, del siglo XVIII.

Palacio de los condes de la Granja, de estilo barroco.

Palacio del conde de Pinohermoso, donde se encuentra situada La Biblioteca Pública

Fernando de Loazes”, es la primera Biblioteca Nacional de ámbito público creada en España.

Palacio Hotel Tudemir, antiguo palacio de los condes de Luna.

Palacio del Barón de la Linde.

Palacio del Marqués de Arneva, donde se ubica actualmente la Casa Consistorial.

Palacio de Rubalcava, estilo neobarroco, en la actualidad necesitado de restauración.

Palacio del Portillo, alberga la sede de la Caja Rural Central.

Palacio de la condesa de Vía Manuel.

Palacio Roca de Togores y Cerdá, cercano al del marqués de Rafal.

Palacete de Los Mejías, es la sede de Aquagest de Levante en la Vega Baja.

Ateneo Cultural Casino Orcelitano, edificio del siglo XIX de arquitectura academicista y eclecticista.

Teatro Circo, uno de los más bellos de España en su estilo.

Seminario Diocesano, situado en el Monte de San Miguel. Según se dice, la reina Isabel II, en una visita a Orihuela comentó que era el mejor balcón de Europa.

Monasterio e Iglesia de la Visitación, siglo XVIII.

Convento e Iglesia de San Juan de la Penitencia, edificio barroco del siglo XV (reformado).

Convento e Iglesia de la Trinidad, edificio renacentista del siglo XVI.

Convento e Iglesia de San Sebastián, siglo XVI.

Convento e iglesia de Santa Ana (PP. Franciscanos), en él se encuentra a la veneración de todos los fieles la imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno, Patrón de Orihuela y su huerta.

Santuario de Ntra. Sra. De Monserrate, iglesia estilo barroco siglo XVII, donde se venera a la Patrona de la Ciudad.

Convento e Iglesia del Carmen, estilo barroco del siglo XVII.

Iglesia de San Agustín, siglo XVIII, estilo neoclásico y barroco. Pendiente de restauración.

Iglesia de San Vicente Ferrer.

Ruinas Históricas del Castillo.

El Palmeral, segundo de España en importancia detrás del que existe en Elche.

Y otras muchas edificaciones dignas de ser mencionadas, pero que se omiten por motivos de espacio.

Es inevitable no olvidar la importancia que Orihuela tiene en la celebración de la Semana Santa. Al contrario de otras ciudades donde se limitan a sacar sus pasos a la calle

en los días más señalados de la Semana de Pasión, en Orihuela comienza prácticamente con el inicio de la Cuaresma. Son múltiples los actos religiosos y sociales que se llevan

a cabo durante este tiempo litúrgico. Los dos grupos de los Cantores de la Pasión hacen su aparición en las noches oriolanas anunciando con sus voces hasta el último rincón de la ciudad la

llegada de la Semana Santa. Los tambores empiezan a entonarse y las cornetas y clarines se sacan de los armarios para darles brillo y ponerlas a punto. Las bocinas “gemelas”

anuncian con sus toques a dúo la proximidad de la Pasión del Señor, las vestas de los miles de nazarenos que componen las diferentes cofradías y hermandades se preparan para lucir

mejor el multicolor de sus tejidos de seda o terciopelo los días que les corresponde salir a la calle, los ‘Armaos’ se prueban sus ricos trajes de oro y plata. El día 20 de septiembre de 2010,

fue distinguida la Semana Santa de Orihuela, por su importancia, como Bien de Interés Turístico Internacional.

Pero, no sólo saben los oriolanos de ahora y de antes sacar sus santos a la calle. Son muchos los que han destacado en el campo de las letras, las ciencias, la política y la religión:

El universal poeta, escritor y dramaturgo Miguel Hernández Gilabert, que tanto bebió de las fuentes religiosas para su formación. El escritor Adolfo Clavarana, los escritores

hermanos Ramón y Gabriel Sijé, el escultor imaginero José Sánchez Lozano, el pintor Joaquín Agrasot, el cardenal Desprades (primer Nuncio apostólico), Trinitario Ruiz Capdepón que

en varias ocasiones se responsabilizó de los ministerios de Gracia y Justicia y de Gobernación y Ultramar, siendo fundador del organismo público de Correos, refrendó y promulgó siendo

ministro de Gracia y Justicia la Ley de Sufragio Universal el 26 de junio de 1890. Y tantos otros ilustres hijos de Orihuela cuya lista seria interminable. Pero, para los oriolanos tiene una

especial importancia la figura de D. Fernando de Loazes por el legado que dejó en la ciudad con la fundación del Colegio de Santo Domingo, histórica universidad literaria, hoy colegio

diocesano y Monumento Nacional.

 

D. Fernando de Loazes y Pérez de Albillo nace en la calle Meca de Orihuela en 1497, hijo del médico Rodrigo Loazes y Togores e Isabel Pérez de Albillo.

Fernando fue el 5º hijo, sus hermanos mayores: Beatriz, Isabel, Juan y Pedro. El bisabuelo procedía de Lugo y se estableció en Orihuela allá por el 1440.

Al parecer, Loazes tomó estado sacerdotal en tres días por el obispo de Tortosa D. Jerónimo de Requesens, que recibió el orden del presbiterado.

Fue nombrado obispo de Elna (diócesis francesa sufragánea de Carbona, que entonces abarcaba el territorio perteneciente al Reino de Aragón); el 5 de mayo de 1542.

Un año después fue nombrado por el Emperador Carlos V obispo de Lérida y Visitador de los Tribunales del Principado de Cataluña y de los Condados de El Rosellón y La Cerdeña.

El Papa Julio III, el 28 de abril de 1553, le nombra obispo de Tortosa. Por entonces ordenaría la construcción del Colegio de Santo Domingo en Orihuela, la gran proeza de Loazes.

El 26 de abril de 1560, el Papa Pío IV le nombra arzobispo de Tarragona.

El Papa Pío V, eleva a D. Fernando de Loazes a las más altas dignidades eclesiásticas, nombrándole Patriarca de Antioquia el 15 de febrero de 1566 y le destina más

cerca de su pueblo natal, nombrándole Arzobispo de Valencia el 28 de abril de 1567. Aún no había ocupado este cargo un año cuando fallecía el 29 de febrero de 1568, a los 70 años de edad.

Su sepultura se encuentra en el Colegio de Santo Domingo de Orihuela, su obra creadora, donde fue trasladado desde Valencia.

Pero, Orihuela, si bien es verdad que ha estado sumida en un largo letargo, a partir de los años 70 comenzó a desperezarse, el boom de la construcción comenzó a ampliar

el perímetro de la ciudad con nuevos barrios. Nuevas empresas y servicios proliferaron; el cauce del río Segura fue canalizado a su paso por la ciudad, evitándose así las

frecuentes inundaciones que se padecían antaño, ganándose nuevos espacios verdes para el centro de la ciudad. Se edificaron nuevos puentes que facilitaban las comunicaciones

entre las dos partes del pueblo. Los ciudadanos participaban en política y nuevos proyectos se hacían realidad.

Las fiestas de La Reconquista, el popular día del Pájaro, que en tiempos pretéritos se limitaba a realizar el Ayuntamiento el 17 de julio un acto institucional; al principio de

los 70 fue engrandecido con la instauración de los Moros y Cristianos. La figura de la Armengola hoy sirve para denominar todos los años a la Reina de las Fiestas de la Reconquista

que se celebran con gran esplendor y boato.

La Enseña oriolana que es coronada por el Pájaro Oriol, (ave que representa una oropéndola), tiene el privilegio de no inclinarse ante nada ni nadie, excepto ante Dios y el Rey.

Orihuela no sólo es historia y arte, también es modernidad, sus 24 pedanías cuyos habitantes trabajan día a día por mejorar y engrandecer su tierra; sus 16 Km. de excelentes

playas urbanizadas, en seis parajes paradisíacos: Punta Prima, Playa Flamenca, Cabo Roig, La Zenia, Campoamor y Mil Palmeras. Hacen de Orihuela una de las ciudades más

completas de España, donde se conjugan la historia, la tradición, el arte y la cultura en general con la modernidad: el ocio, el deporte, las vacaciones de playa, etcétera.

No debemos olvidar que aparte de las ilustres personalidades que ya hemos mencionado hay oriolanos de a pie que también han sido célebres y han hecho patria por sus méritos

personales en distintas facetas. Como muestra citaré a unos cuantos a sabiendas que la lista sería inacabable: El ya citado anteriormente, nuestro universal poeta, escritor y dramaturgo

Miguel Hernández Gilabert, cuya obra literaria está considerada como una de las más importantes a nivel mundial.

El ciclista Bernardo Ruiz, de fama internacional, fue el primer español en subir al podio del Tour de Francia, cosechando éxitos importantes en la vuelta a España y en el Giro

de Italia. Recientemente ha sido distinguido con toda justicia como “Hijo Predilecto de Orihuela”.

El cantante lírico Pedro Sánchez Terol, conocido internacionalmente con su nombre artístico de Pedro Terol, que engrandeció la zarzuela española con sus

interpretaciones en teatro, cine y televisión.

El cantante de canción española Pepe Baldó, que tras triunfar en España en giras teatrales y haber realizado numerosas grabaciones discográficas tuvo un

éxito extraordinario en Méjico donde permaneció durante casi toda su carrera artística.

El futbolista Bienvenido López Riquelme, conocido como “Riquelme”, militó durante muchos años en el Sevilla C.F., vistiendo la camiseta de internacional en varias ocasiones.

El futbolista Ramón Navarro López, conocido en el mundo deportivo como “Ramón”. Fue destacado jugador del Hércules de Alicante, conduciendo a este equipo a la

primera división; vistió la camiseta internacional. Una lesión cardiaca frustró su fichaje por el Atlético de Madrid.

Carolina Pascual, medalla de plata de gimnasia rítmica en las Olimpiadas de Barcelona-92.

Isabel Pagán, medalla de plata de gimnasia rítmica en la copa del Mundo 2008 y dos veces olímpica.

Esmeralda Grao, cantante.

José Marco Davó, actor, que dio vida magistralmente al político Cánovas del Castillo en la película “¿Dónde vas Alfonso XII?”.

Obispos como D. Luis Almarcha, D. José Bascuñana y D. Francisco Cases.

Militares de alta graduación, como D. Jerónimo de Rocamora y Desprats de Thomás, Noble y Militar, I Marqués de Rafal, llegó a ser general del Ejército de Su Majestad

en los Tercios de Flandes. D. Luis de Francia Roca de Togores Valcárcel, II Conde de Pinohermoso, Coronel del Regimiento de Cazadores y Brigadier Jefe de Estado Mayor,

Gobernador y Comandante General de Alicante. D. Andrés Grifol, Capitán del Ejército de Isabel II. D. Mariano Capdepón y Maseres, militar y escritor. D. Antonio Manuel

García-Molina Riquelme, Coronel Jurídico de la Armada, participó en la I Guerra del Golfo, donde el rey Far de Arabia Saudita le condecoró con la estrella del Reino Saudí.

Juristas como D. Julio Calvet Botella, magistrado y escritor. D. Diego Roca de Togores y Salcedo, jurisconsulto y político.

Diplomáticos como D. Fernando Riquelme Lidón, embajador de España. […]

Sería interminable la lista de personalidades oriolanas que destacaron durante todas las épocas en el mundo de la literatura, la música, el deporte, la pintura, la política, la milicia,

la judicatura, la diplomacia, la carrera eclesiástica, la orfebrería, la escultura [...]

Orihuela también fue la ciudad donde vivió y estudió el gran novelista Gabriel Miró, y que sirvió de inspiración para sus inmortales obras literarias “El obispo leproso” y “Nuestro Padre San Daniel”.

En Orihuela, hoy como antes, se palpa la cultura, son muchos los oriolanos con inquietudes literarias, muchas las publicaciones impresas y digitales, pues no se le da la espalda

a las nuevas tecnologías. Estas nuevas generaciones, tomarán el testigo de las personalidades anteriores y, estoy seguro, seguirán dando esplendor a nuestra querida Orihuela.

 

***

 

 

EL COLEGIO SANTO DOMINGO Y CESTA Y PUNTOS

 

A la izquierda Daniel Vindel,  presentador del popular concurso "Cesta y Puntos" de Televisión Española, y al fondo

el equipo ganador del Colegio Santo Domingo de Orihuela.

A la derecha, Invitación para asistir a la final del concurso en los claustros del Colegio Santo Domingo.

 

 

No descubro nada nuevo ni trato de hacerlo si digo que el Colegio Santo Domingo de Orihuela ha sido, es, y seguramente lo seguirá siendo en  el futuro, uno de los mejores centros de enseñanza de España. Su trayectoria así lo indica desde que fuera fundado en 1547 por el insigne oriolano  D. Fernando de Loazes, obispo en varias diócesis españolas, arzobispo de Valencia y Patriarca de Antioquía, entre otras dignidades; pero no deseo retrotraerme en la historia del colegio, personas altamente cualificadas hay para ello. A mí me gustaría detenerme en un acontecimiento más reciente que se produjo en torno al Colegio Santo Domingo, y por ende en toda Orihuela allá por la década de los 60. Por entonces sólo existía una emisora de televisión en todo el país, era Televisión Española, emitía sus programas en blanco y negro a través  de sus dos canales, la primera (VHF) y la segunda cadena (UHF). Uno de estos programas era el concurso “Cesta y Puntos” que presentaba Daniel Vindel. Dicho concurso, iba dirigido a los colegios ubicados en todo el territorio nacional que así lo solicitaban, éstos, designaban el equipo que les debía representar. Basado en la mecánica de un partido de baloncesto, se sentaban en una mesa el conjunto compuesto por los delanteros, a continuación los medios y  después el pívot; enfrente el equipo contrario. Una mesa de árbitros cronometraba el tiempo y disipaba las dudas que se presentaban. Se formaba una liga entre todos los colegios concursantes que duraba toda la temporada; al final, el campeón recibía importantes premios. Este programa se emitía todos los sábados por la tarde, creando una gran expectación en toda España. Naturalmente, los colegios participantes seleccionaban a sus mejores alumnos para el equipo que debía competir; se ponía en juego el prestigio del Centro y el del propio alumno. Nuestro Colegio Santo Domingo  participó y ganó la competición, quedando campeón nacional en el año 1966; formaron aquel magnífico equipo los alumnos siguientes: José Balaguer Rodríguez de Vera, José Antonio Escudero Gutiérrez, Francisco Giménez Ávila, Miguel Javaloy Mazón, José Manuel  Martínez Ortuño, Diego Morales Solano, José Joaquín Moya Esquiva, Joaquín Pérez Navarro, Manuel Pérez Trigueros y Liborio Roldán Marco. El conjunto oriolano causó sensación en toda España, contestaban incansablemente todas y cuantas rebuscadas y difíciles preguntas les formulaban,  demostrando un dominio de la situación sin precedentes y una alta preparación académica; cobrando el Colegio Santo Domingo de Orihuela una gran popularidad a nivel nacional.¡ La competición, homenaje y entrega de premios se celebró el día 18 de Junio de 1966, en las instalaciones del mismo colegio en Orihuela, haciendo tanto Televisión Española como las autoridades locales un gran despliegue de medios para realzar tal acto. Es una verdadera lástima que hoy en día no proliferen programas  televisivos del estilo de “Cesta y Puntos”, que fomentaban la cultura y al mismo tiempo la actitud competitiva, así como el trabajo en equipo de sus participantes. Con sus preguntas y respuestas, todas entresacadas cuidadosamente de entre el plan general del bachillerato de la época, era una auténtica gozada. Todo el mundo, desde sus televisores, participaba activamente, unos recordando lo que ya habían estudiado, otros adquiriendo nuevos conocimientos, al mismo tiempo que se abrían sanos debates entre los familiares televidentes cuando alguna pregunta o respuesta ofrecía sus dudas. Esperemos que algún día dejemos de ver tanta telebasura, que los usuarios seamos más selectivos y exigentes con lo que tenemos que consumir;  que cambiemos de cadena cada vez que pongan un Reality Show o un programa de cotilleo y que dejemos de dar popularidad a quienes no tienen méritos personales para ello ni lo merecen.

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Grupo de jóvenes ante el Santo, ataviados con el típico traje huertano con zaragüelles

 

 

… Y EN MAYO, SAN ISIDRO LABRADOR

 

El pasado mes de mayo tuve un emocionado recuerdo de las fiestas que se celebraban en mí niñez en honor de San Isidro Labrador. Esta festividad era importantísima en la Orihuela de aquella época. Se conducía en romería el Santo desde su sede en la Iglesia de las Santas Justa y Rufina hasta la ermita ubicada en el barrio de su mismo nombre. Iba tanta gente a pasar el día que, con el fin de coger un buen sitio, muchos pernoctaban la noche antes en el lugar para montar sus cobertizos, invadiéndose todo desde la ladera del túnel hasta la entrada de la actual barriada. Por entonces aquella zona era un abrupto campo lleno de algarrobos, pinos y chumberas.

En las primeras horas del día de San Isidro desfilaban carrozas ornamentadas con ramaje de álamos y flores por toda la ciudad, llegando hasta la barriada. Las Rondallas competían entre sí; unas de las más populares de la ciudad eran las del “Gordito el Panadero” de la barriada del Rabaloche, y otra la de los “Mamaillos” en la plaza Condesa Vía Manuel. Cantaban y bailaban las chicas y chicos ataviados con el traje típico, aquella letrilla cuyo estribillo decía así:

San Isidro, San Isidro/

San Isidro labrador/

danos salud y alegría/

para que el año que viene/

volvamos en romería […]

 

Algunos jóvenes en grupos organizados vestían el traje típico huertano con zaragüelles.

A continuación se celebraba misa solemne en la ermita del Santo, una vez concluida ésta, las mujeres se disponían a preparar la comida que solía cocinarse allí, casi siempre arroz con conejo al estilo huertano, mientras tanto las chicas saltaban a la comba, los chicos jugaban al fútbol en alguna de las planicies del escarpado terreno y, los más mayores, se echaban su partida de “julepe” o de “caliche” mientras se iban tomando la primera “paloma” o “canario”.

Tras la comida, la gente caía rendida con mantas en el suelo a la sombra de los árboles; el madrugón y las abundantes viandas que, generalmente iban acompañadas del buen vino de las bodegas Payá o Pomares, hacía su efecto soporífero y nadie se resistía a la siesta.

A la puesta de sol, comenzaban a recoger los enseres y procedían al regreso a sus domicilios una vez concluida la jornada festiva y campestre, no sin antes hacer una visita de paso a la Patrona, Ntra. Sra. de Monserrate.

Aquellas fiestas populares fueron perdiéndose en aras de la modernidad. La proliferación de vehículos y la segunda residencia —generalmente en las playas de Torrevieja— han hecho que las costumbres hayan cambiado ¿Para bien?... Lo ignoro.

***

 

 

EL CORAZÓN 'PARTÍO'

 

Publicado en el diario INFORMACIÒN de fecha 16-07-2023

 

No me voy a referir en esta ocasión para nada a la canción de Alejandro Sanz, pero sí utilizo su título porque viene a cuento con la reflexión que hoy toca. Los oriolanos de ahora tienen su corazón 'partío' entre su Orihuela y Torrevieja. En realidad creo que siempre ha sido así, hemos sentido una especial  atracción por la ciudad de las salinas. Sin embargo, en mi época de niño el oriolano tenía mucho más contacto con su ciudad. De hecho, que nadie se ponga  las manos en la cabeza si le digo que algunas personas entradas en años no habían visto nunca el mar. Su vida discurría entre su casa, su trabajo y su  platico de habas hervidas acompañadas del chatico en cualquier taberna de las muchas existentes; y con eso parecían felices, no echaban de menos nada más.  Disfrutaban de sus navidades, de las fiestas de San Antón y de San Sebastián, de su Semana Santa, de la romería de San Isidro, del día del Pájaro, de su feria y  de las fiestas de la Patrona. La dura estación estival la pasaban cenando en la puerta de su casa de charla con los vecinos y descansando en su mecedora o hamaca del esforzado día de trabajo. Ese ‘estar’ continuo en Orihuela, sin repartirse con otra ciudad, daba como resultado un gran ambiente en todos los lugares de ocio. El café Colón disponía en su interior o trastienda de un salón de juego de grandes dimensiones que tenía entrada por la Plaza Nueva y llegaba hasta la calle del Molino, por donde también se podía acceder. Siempre abarrotado de personas mayores jugando su partida de dominó. La cafetería Llanes ubicada en la plaza del Poeta Sansano era lugar de tertulias de la juventud, en su parte interior también disponía de un gran salón de juegos de mesa. Esta cafetería, al igual que el Colón, siempre estaba repleta de gente. El kiosco Medina, terraza situada entre los Andenes y la Glorieta, con sus mesas entoldadas y la proximidad de sus magnolios era un lugar ideal para la juventud que disfrutaba del aroma que emanaba de la mucha vegetación que tenía entonces el mejor parque de la ciudad. El Casino, el Bar Zara, el Hotel Palas, el Bar Español, la cafetería Fuiga, el Trocadero, el Brisa,  el Bar Pepito y muchos otros establecimientos sacaban sus mesas a la calle y les puedo asegurar que no faltaban clientes. El café Levante, los Barriles,  el Bar Pedrera, el Farolillo Rojo, así como el Rancho Grande y el Bar Los Mariscos (Las tetas gordas), eran establecimientos de clientela fija. El Círculo Católico —hoy oficina principal de la Caja Rural Central—, Acción Católica — situado en el palacio de la biblioteca Loazes—, así como la sede del Frente de Juventudes —en la Avenida de Teodomiro—, con sus mesas de billar y de ping gong, aglutinaba gran cantidad de jóvenes. Otro acontecimiento que atraía la atención de muchos jóvenes eran los programas cara al público que se realizaban los sábados por la noche en  La voz de Orihuela sito en la calle Mayor; Joaquín Ezcurra y Andrés Lacárcel presentaban un especial donde actuaban aficionados oriolanos, el salón de la emisora quedaba pequeño para tanto público como asistía.  Por otra parte la Plaza de Abastos con sus múltiples puestos creaba un ambiente extraordinario todas las mañanas. Los cines de verano Cargen y Riacho  se llenaban de público todas las noches. Mucho más los miércoles que era el Día del productor, (costaba la entrada más barata que el resto de la semana). ¡En fin!, Orihuela era un hervidero de gente que  iba y venía a todas las horas. En contraste con lo relatado anteriormente, salvo en determinados meses del año como la celebración de la Semana Santa o  las fiestas de la Reconquista, Orihuela parece una ciudad fantasmagórica. No lo digo en sentido peyorativo  sino desde el amor que siento por mi ciudad. Nuestro pueblo, al igual que su río, parece languidecer. Con la llegada de los coches a la mayoría de las  familias y la mejora de las comunicaciones, así como la proliferación de la segunda vivienda, Torrevieja y sus habaneras se han llevado el gato al agua. No son pocos los oriolanos que al jubilarse fijan ya su residencia en la ciudad de la sal, eso sí, realizando pequeñas incursiones a Orihuela  en momentos puntuales. Todas estas cosas, aunque no lo queramos, van en detrimento de Orihuela. Y no quiero decir con esto que se deba renunciar a  una mejor y confortable calidad de vida. Los tiempos son lo que son y no se debe prescindir de nada. Pero eso no es óbice para reconocer que aquél ‘esplendor’ oriolano, al igual que su río, han pasado a la historia. Mientras tanto, al oriolano de hoy se le ha incrustado la sal en su interior y continúa con el corazón partío.

 

***

 

 

 

EL PRIMER PICKUP

 

Antiguo tocadiscos Pickup

 

Corría la década de los 50 del pasado siglo, un día cualquiera —quiero recordar que era época estival—, nos encontrábamos en casa de mi tía Concha —que tan solo

distaba de la mía unos cien metros— casi toda la familia en pleno. Todos arreglados, con la impaciencia propia de quien espera un gran acontecimiento. No era

para menos, estaba a punto de llegar mi primo Bienvenido, sin lugar a dudas, el triunfador de la familia. Mis tíos habían arreglado su comedor, en la mesa un mantel de

colores claros y, sobre él, varios vasitos de licor, una botella de anís de la Asturiana, otra de mistela y unos platos de rollos y mantecados para agasajar al recién llegado.

De pronto, irrumpe en la casa maleta en mano mi primo: abrazos, besos, risas, alegría sin par… regresaba de Boston (EE.UU.) donde había sido desplazado con su equipo

a jugar un partido de fútbol. Una vez de vuelta en la capital sevillana, Helenio Herrera, entrenador por entonces del Sevilla C.F., recompensó a sus jugadores con unos días de permiso.

Mi primo tenía prisa en abrir la maleta, una maleta plagada de pegatinas de hoteles nacionales e internacionales, todos mirábamos para ver qué extraía de aquél lujoso

equipaje: caramelos, cajas de bombones, algunos trajes, camisas, corbatas… pero, ¡oh!, de pronto sacó un maletín de color marfil, lo puso sobre la mesa y sin mediar

palabra, con aquella simpática sonrisa tan suya que le caracterizaba, abrió la caja y descubrió un tocadiscos Pickup, sin pérdida de tiempo mi primo quiso sorprendernos

a todos, introdujo un disco y, tras poner el brazo con su aguja sobre el mismo comenzó a sonar. ¡Dios mío, qué maravilla! Luisa Linares y Los Galindos con sus canciones

Linares minero, Hay quien dice de Jaén, De tu novio qué, A lo loco, a lo loco… ninguno de los presentes habíamos escuchado nunca un sonido tan nítido ni tan potente,

aquel Pickup reproducía la música como si estuviesen tocando o cantando personalmente. Los acordes de las guitarras de Los Galindos resonaban en nuestros oídos como música celestial.

Por entonces, al menos en Orihuela, las escasas familias que disponían de un receptor de radio solían escuchar las canciones en los programas de discos dedicados a

través de Radio Murcia o, más tarde, de La Voz de Orihuela. Ocurría que, cuando sintonizaban solía alejarse el sonido, o se producía mucho ruido de fondo, con lo que,

difícilmente podían escuchar una canción en su totalidad. El remedio era permanecer moviendo el dial continuamente para buscar la sintonía más fina. ¡En fin!, que

cuanto más interés tenían los oyentes de oír algo de su agrado, más dificultades había para sintonizar bien. Por ello, el sonido del primer Pickup fue algo mágico en nuestras vidas.

Yo, personalmente, hasta ese día, aparte de la radio tan solo había escuchado una canción de Angelillo titulada Al pie de un limonero en una gramola de aquellas que,

para que girase el plato de disco había que darle cuerda con una manivela, era propiedad de un vecino de mi calle, cuando quería sorprendernos a los niños nos la

ponía un rato, pero siempre con el mismo disco de Angelillo. Aquel artefacto se escuchaba muy mal, salía el sonido por una especie de bocina y, a la canción, le

acompañaba un ruido de fondo parecido a las olas del mar. Recuerdo que llevaba una pegatina donde se reproducía un perro mirando a la gramola y la marca La voz de su amo.

El primer Pickup con sus discos microsurcos vino a revolucionar el sonido en España, aquella España de radios de galena que había que escuchar con unos auriculares

y cuya antena, que consistía en un cable de cobre, se ataba haciendo masa en el somier metálico de la cama. O aquellos receptores llamados de capilla con enormes

válvulas. El Pickup representaba el progreso, la modernidad, el color y el sonido en un país todavía gris. Gracias a mi primo Bienvenido (el gran futbolista Riquelme), 

conocí de primera mano el prodigioso sonido del Pickup; de ahí a los añorados guateques solo había un paso.

 

***

 

 

PASCUA DE MONA

 

 

La Pascua, en tiempos muy antiguos se denominaba Pascua de Flores, en épocas más modernas empezó a llamarse en nuestra tierra Pascua Florida, de Mona o de Resurrección. Todas las acepciones pueden llegar a ser correctas, la única que suena un poco rara es la de “Mona”.

De todas maneras la Pascua ya la tenemos aquí, y por la importancia que tiene esta conmemoración me gustaría hacer un recorrido por los comienzos de dicha festividad.

La primera Pascua tiene su origen en la salida del pueblo de Israel de Egipto hacia la tierra prometida “que mana leche y miel”, bajo el liderazgo de Moisés. Durante la huída los hebreos tuvieron que comer el pan de la premura o ázimo. Dios les dio un mandato: “Este será un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de Yahveh de generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre”. (Éxodo 12,14). Hoy en día continúan los israelíes celebrando ese acontecimiento igual que sus antepasados; la Pascua significa para ellos la liberación de la esclavitud.

Con la llegada del cristianismo, los seguidores de Jesús trasladaron la celebración de la Pascua judía a la Resurrección del Señor; si el pueblo de Israel celebraba la liberación de la esclavitud al que estaba sometido por los egipcios, los cristianos celebrarían la Resurrección de Cristo que, con ella, nos liberaba de la muerte eterna y del pecado.

Para el mundo católico la Pascua de Resurrección es la cima del año litúrgico, todos los domingos que vienen detrás emanan del Domingo de Pascua. Es el día de la esperanza: “Aquel que ha resucitado a Jesucristo devolverá asimismo la vida a nuestros cuerpos mortales”, dice San Pablo.

Durante siglos, la Pascua cristiana se conmemoraba en viernes, sábado o domingo; pero en el año 325 el emperador cristiano Constantino convocó el concilio de Nicea y acordaron, entre otros, dos importantísimos asuntos: que la Pascua se celebrase el primer domingo después de la primera luna llena que sigue al equinoccio vernal; así pues, nunca cae antes del 22 de marzo ni después del 25 de abril.

El segundo tema importante de ese concilio fue adoptar la cruz como símbolo universal de la religión cristiana.

Pero, volviendo a nuestra realidad ¿qué es eso de la Pascua de mona? Parece ser que después de la larga Cuaresma que es tiempo litúrgico fuerte, donde el ayuno y el sacrificio corporal eran muy importantes, sobre todo en los días de Semana Santa, había que celebrar la Resurrección de Cristo con buena comida al aire libre para reponer fuerzas; el mismo Jesús, dicen los evangelios que después de ayunar cuarenta días en el desierto se aparecieron los ángeles y le sirvieron de comer.

En la zona mediterránea española; Cataluña, Valencia y Murcia, se hizo popular como dulce típico para la celebración de la Pascua la famosa mona,

La mona arranca de muy antiguo, ya el Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia, da en su edición del año 1783 la siguiente definición: “Valencia y Murcia. La torta o rosca que se cuece en el horno con huevos puestos en ella con cáscara por Pascua de Flores, que en otras partes llaman hornazo”.

A mí de pequeño nadie me lo explicó, sólo sé que mi madre, al igual que la inmensa mayoría de madres oriolanas, se afanaba todos los años en hacer las monas; hacía con la masa la creciente, la tapaba con una manta y la dejaba reposar durante algún tiempo, una mañana se levantaba muy temprano y amasaba, dándole la forma tradicional, unas con un huevo encima cogido con tiras de la misma masa y otras sin huevo; después en unas “llandas” las llevaba cuidadosamente hasta la tahona más cercana (en nuestro caso a “La Nena del Rincón” en la Plaza de Abastos), donde las metían en el alcabor para posteriormente introducirlas en el horno, allí una vez cocidas, por el mismo método las transportaba a casa dejando una estela de olor a gloria bendita por las calles que pasaba.

En nuestra tierra los días de mona eran tres; pero ¿cómo celebraban los chicos y chicas oriolanos dicha fiesta en décadas pasadas? Había diversidad de lugares para ello, lo típico esos días era ir en grupos de amigos y amigas, cada uno llevaba su merienda, no faltándole a nadie entre sus viandas la típica mona con longaniza roja seca, o como ahora se le llama “chistorra”.

El lugar preferido por los oriolanos para celebrar la Pascua era la sierra, por los alrededores del Seminario; también algunos se desplazaban hasta San Isidro, otros a la pinada de Hurchillo o Bigastro, algunos preferían llegar hasta el Raiguero de Bonanza y los más atrevidos hasta la Cruz de la Muela.

Eran tiempos en los que las fiestas se celebraban específicamente; cada una tenía sus tradiciones, sus comidas, su forma de diversión etc. Ahora, sin duda, vivimos todos muchísimo mejor, pero las fiestas son todas muy parecidas: mucho coche, mucho chándal y mucho restaurante. Las comidas igualmente se han igualado durante todo el año, ¿quién espera a que llegue su santo o cumpleaños para comer las riquísimas tortadas de las monjas? ¿Que llegue San Antón o un día señalado para comer arroz con costra? ¿O esperar a navidad para comer las ricas mantecadas o almendrados? Mis paisanos convendrán conmigo que no saben ni huelen igual las monas de las confiterías que las que hacían antaño las amorosas manos de nuestras madres.

Afortunadamente hoy en día casi nadie se priva durante todo el año de lo que le apetezca comer; pero no cabe duda que las fiestas de ahora han perdido la magia que tenían en tiempos pasados. También la Pascua de Mona.

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SASTRES: UN GREMIO SEMI EXTINGUIDO

 

 

Aunque ya he publicado en mis libros algunos trabajos dedicados al gremio de los sastres, concretamente en “Orihuela en mis artículos” con el título“Los trajes de antaño”; y en “Orihuela,dulce pueblo” con el título “Sastres”; me van a permitir dedicar mi artículo de hoy a este noble oficio, casi extinguido, tan importante que fue en nuestra ciudad en tiempos pretéritos y que, bajo mi punto de vista, merece ser recordado.  Se podría decir que, el oficio de sastre, era por entonces uno de los más distinguidos. Para el hombre, si cabe, era más difícil de aprender que para cualquier mujer, toda  vez que debía comenzar por familiarizarse con la aguja, —cosa inhabitual en los chicos—; después el dominio de la máquina de coser y de la plancha, por último,  tras varios años de enseñanza pasando por aprendiz, ayudante y oficial, debía asistir a diplomarse en alguna academia de corte de Madrid o Barcelona, éstas podrían ser ‘La Confianza’ o ‘Rocosa’ respectivamente. El perfil del sastre era el de un hombre elegante y refinado, solía vestir impecablemente sus trajes, pues en ello le  iba su prestigio, su mejor carta de presentación la constituía su impoluto aspecto. Algunos sastres realizaban su principal propaganda luciendo elegantemente sus  vestimentas en los paseos domingueros por Los Andenes y la Glorieta. Naturalmente, todos no podían presentar una esbelta figura, pero aún así, el hipotético cliente sabía distinguir una prenda bien confeccionada de otra de inferior hechura. En la época en la que me estoy refiriendo, décadas de los 50-60 del  siglo pasado, ejercían el  oficio de sastre en Orihuela más de una treintena de profesionales: Carlos Almira, tenía su taller en una primera planta de la calle Mayor, frente a la Pañería Eleuterio García Molina; era un buen sastre, diplomado en la academia de corte Rocosa de Barcelona. En la calle Doctor Sarget (Feria), se ubicaban cuatro sastres: Justo, que más tarde ingresaría como policía municipal. Los maestros Moya y Abad —este último tenía un hijo conocido por el sobrenombre de “Añico”, continuó el oficio de su padre, pero regentaba un taller en un primer piso de la calle Barcelona en Madrid, confeccionando prendas por encargo para una importante casa de moda masculina en  la calle de la Montera—. Higinio se hallaba cerca de donde hoy se encuentra la estatua de D. Antonio Roda. En la plaza del Teniente Linares había dos sastrerías, Guillermo y Manuel Córdoba. El primero estaba considerado como uno de los mejores sastres, poseía una buena pañería y bastantes empleados,  incluido un cortador profesional apellidado Huertas. En La Corredera se ubicaba el taller del maestro Alfaro, y en la calle Rufino Gea, Valeriano. En la calle Alfonso XIII (Los Hostales), se encontraban las sastrerías de Moreno y Luis Pérez. En la calle San Pascual poseían sus establecimientos los maestros Pardines, Expedito y Ginés Gea. Manuel Zambrana y Manuel Vera trabajaban en la Plaza Nueva, este último no permaneció mucho tiempo establecido en Orihuela ya que cambió su residencia a Elche. En la calle San Agustín se estableció López Riquelme (Lo-Ry), por aquella época regresó de Francia donde se especializó, habiéndose diplomado por la Academia de Alta Costura de París. En la misma calle, frente al colegio de Jesús y María se hallaba Luis Boné, muy conocido por ser durante muchos años el jefe de la Centuria Romana de la Semana Santa. La calle de San Isidro también tenía su sastre, el maestro Recora. La calle Luis Rojas (Mancebería) era muy prolífica en talleres de sastrería, trabajaban los maestros Tono, Gildo, Pina, Aledo y Pérez (“El Pastelico Gloria”). En un primer piso de la calle del Río, donde residía, confeccionaba trajes Guzmán. En la calle del Ángel se situaban Olmos —en cuyo establecimiento se vendía de todo un poco: velas, alpargatas, bolas de San Antón…—. También los  maestros Escudero y Antonio (“Charlot”). En Santa Justa tenía su taller Joaquín (El Boca). En la Esquina del Pavo, Matías Zambrana cuya clientela radicaba principalmente en la localidad murciana de Santomera, a donde se desplazaba un día a la semana a probar los trajes a sus clientes. Ismael (El Rondollo), se situaba en el mismo local donde tenían sus hermanos Carmelo y Manuel la peluquería.Espero haber complacido con este artículo a algunos lectores que me lo han solicitado.  Si he olvidado a algún profesional de la aguja le ruego me disculpe, ha sido involuntariamente.

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EL LARGO, CÁLIDO Y TEDIOSO ESTÍO ORIOLANO

 

Publicado en el diario Informaciòn  (reducido) de 15-08-2023, ediciòn impresa y digital.

Diario INFORMACIÒN

 

El último verano que pasé por completo en Orihuela fue el del año 1959, en febrero de ese mismo año ingresé como voluntario en el Ejército; ocurrió algo inusual, después de finalizadas unas maniobras militares en La Mancha, creo recordar que se llamaron “Operación Dulcinea”, fuimos sorprendidos todos los soldados participantes al regreso al cuartel con un permiso de tres meses. Para los que crean que han leído mal o que hay algún error en mi redacción les repito: no-ven-ta días. Julio, agosto y septiembre, por consiguiente me pasé todo el verano en casa de mis padres en Orihuela.

Aquel año hizo un calor infernal, a esta circunstancia hay que sumarle que todavía no se conocía en Orihuela el aire acondicionado, ningún local disponía de semejante invento. Las mujeres no podían salir a la calle sin embutirse en una faja de tubo, estaba mal visto que una chica fuera sin dicha prenda o que se le transparentasen las formas de su cuerpo. —Recuerdo un anuncio publicitario que se radiaba mucho por nuestra emisora local con la inconfundible voz del locutor José Luis Ezcurra, decía así: “¡Señora, señorita, use Culot Fajas Sora, ni se nota ni es notado!”.

Los veranos oriolanos eran largos y tediosos, se sufrían con la resignación del santo Job; para refrescarse sólo existían dos heladerías, una al bajar el puente de Poniente en dirección a la plaza Nueva y otra en la calle Alfonso XIII. No hacía falta más, en esa época era muy poca gente la que podía permitirse el lujo de gastarse el poco dinero que tenía en un “coyote”—helado tipo polo, pero más rico—; o en un “variado”, nombre que se le daba en nuestro pueblo al popular “corte”. También, en la hora de la siesta iban “Los Manolés” —familia de artesanos del Rabaloche— con sus carros ambulantes vendiendo sus ricos helados caseros.

Había un lugar donde al menos se disfrutaba de la sombra de los grandes magnolios al tiempo que se podía uno tomar una bebida refrescante en su estupenda terraza, servida por los camareros Pepe o Jeromo, era el kiosco Medina en la glorieta. A decir verdad era el único sitio de la ciudad donde se podía tomar un poco el fresco si las “cabañuelas” daban algo de sí.

En las casas, eran pocos los que disponían de nevera—no frigorífico, dicho electrodoméstico todavía no se conocía—. Poseer una nevera ya era un artículo de lujo, había que ponerle todos los días un buen trozo de hielo encima del serpentín para que enfriase el agua que a su vez salía por un pequeño grifo. La nevera, para algunos, llegó a sustituir el socorrido balde con trozos de hielo donde se introducía el botijo del agua, la sandía, la botella del vino tinto y poco más.

Una manera también muy económica de pasar lo mejor posible el tedio veraniego era ir a los cines de verano. Por entonces funcionaban el Riacho y el Casablanca; provistos del bocadillo o comprando alguna empanadilla o pastel de carne en la misma cantina, con acompañamiento de un botellín de cerveza; proyectaban normalmente un par de películas y algún complemento, podía durar el espectáculo desde que oscurecía hasta cerca de las doce. Si asistían al Riacho, como el río entonces era eso, un río —no una cloaca como ahora—, se recibía la brisa nocturna con olor a anguilas y a cañas mojadas, con lo cual la velada era de lo más agradable.

Nadie piense que los cines ponían programas dobles porque las películas eran malas, ¡ni mucho menos! Lo hacían así ya que era incomprensible para la mentalidad de entonces, que una sesión de cine durase menos de tres o cuatro horas; para que el lector tenga una idea le menciono algunos títulos de películas que entonces marcaron un hito en la cinematografía. De las llamadas antes “distraídas” puedo citar un ejemplo, las tituladas: “El Sueño de Andalucía”, “Pan Amor y Fantasía”, “Las Chicas de la Cruz Roja”, “Escuela de Sirenas”, “Siete Novias para Siete Hermanos” [...]

Entre la comedia y el drama, había títulos tan emblemáticos como: “La Condesa Descalza”, “Solo ante el Peligro”, “Picnic”, etc.

De las denominadas temáticas o profundas, podemos citar algunas tan importantes como: “El Tercer Hombre”, —la banda musical de esta película era genial, fue una melodía salida de la cítara de Antón Karas; gran parte del éxito de la cinta fue por su música de fondo—. “Fortunata y Jacinta”, “El Cochecito”, “Muerte de un Ciclista” [...]

Pero volviendo a la dureza del verano oriolano y los pocos medios que se tenían para combatirlo, debo recordar aquella otra forma de pasar el rato, la típica vuelta a los puentes ya entrada la noche. Las pandillas de chicos y chicas mientras conversaban paseaban dando, no una vuelta a los puentes sino varias, se podían pasar horas durante el paseo, para más distracción, se compraban dos reales de pipas en el puesto de Juana y con el bolsillo o el cartucho lleno, se pasaba el tiempo, al llegar al puente de Levante se hacía una pequeña parada en el recorrido para recibir la brisa del río, al pasar por el puente de Poniente la misma operación, de esa forma se aliviaban el intenso calor y retrasaban lo más posible la entrada en casa, que siempre era más sofocante el ambiente.

Por fortuna, las cosas han cambiado para mejor, aquellos veranos de entonces ya no se viven, el calor posiblemente sea el mismo, pero la manera de combatirlo no tiene comparación. Las mujeres ya no tienen que ir embutidas en aquellas fajas; los hombres han dejado el traje de “mil rayas” para ponerse una camiseta y un pantalón corto; Orihuela ya tiene piscinas, no hay que ir al río ni a las balsas como antes. La gente tiene vehículos para desplazarse a las playas; los equipos de aire acondicionado proliferan en comercios, cafeterías, restaurantes y en muchas casas particulares; casi todo el mundo dispone de medios económicos para comprar, no un “coyote”, sino los mejores helados y refrescos; gracias a Dios los largos, cálidos y tediosos veranos oriolanos quedaron atrás.

 

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¡AMASA ‘PA’ UN REGLE!”

 

 

Algunos amigos me escriben haciéndome comentarios de mis artículos publicados en ‘Portada’, pero me piden que, de vez en cuando, cuente alguna anécdota de las que ocurrieron en Orihuela en mi juventud. Ya he relatado muchas en mis libros y en otras publicaciones, pero haciendo memoria recuerdo una que aún no la he narrado en ninguno de mis escritos.

Sería allá por el principio de la década de los 50 del siglo pasado. Había un grupo de amigos de unos 6 ó 7, como se decía entonces, ya salidos de quintas, que eran buenos trabajadores y honrados, pero cuando se juntaban, sobre todo los sábados por la noche, era raro que no montaran alguna trifulca o hicieran alguna gamberrada, acabando siempre delante de los municipales.

Estos hombres se ponían ellos mismos sus propios apodos, haciendo mención a nombres de la antigua Unión Soviética: Trotski, Molotoff, Stalin…

Una víspera de fiesta, de madrugada, pasaba la pandilla como casi siempre ebrios por la plaza Nueva. Había un solar tapiado justamente donde más tarde se edificaría la primera casa de la ciudad dotada de ascensor, al lado de la zapatería de Concha Conejero. La gamberrada consistió en darle patadas al tabique que era de ladrillo muy delgado hasta derribarlo. Hay que recordar que por entonces la Casa Consistorial se encontraba justamente enfrente. Los municipales de servicio al escuchar la algarabía se dirigieron de inmediato ante los alborotadores que fueron detenidos de inmediato y conducidos al retén municipal —ubicado frente a la iglesia de Santa Justa—.

La pandilla de amigos pasó toda la noche en los calabozos, pero al día siguiente —festivo—, fueron conducidos hasta la plaza Nueva, y allí, les proporcionaron material y herramientas para que ellos mismos reedificaran la valla que habían destruido. (Ignoro quienes tuvieron que costear los materiales).

La juerga fue mayúscula. Aquella mañana, cuando toda la juventud salía de misa de 12 de Santa Justa y se dirigía por la plaza Nueva hacia la glorieta a dar el típico paseo, todos trajeados de punta en blanco, se quedaban haciendo corrillos y riéndose de ver a los ocasionales albañiles hechos unos guiñapos tras dormir la borrachera en los calabozos, edificando una pared. Pero la pandilla, lejos de avergonzarse, entre paletas, llanas, yeso y demás útiles de trabajo se dirigían a los mirones y les gritaban: “¡Quitaros la corbata y echad una mano aquí que hay faena para todos!”…

Así pasaron el día festivo aquellos juerguistas, se metieron tanto en su papel de albañiles que, entre risas se gritaban unos a otros con la jerga propia de los obreros de la construcción de aquella época, lanzándose chillidos: “¡Amasa poco y blando que vamos tabicando!” Y también aquello de, “¡Amasa ´pa´un regle!”.

Al final del día acabaron su trabajo —o castigo— y, con muchos defectos, la pared quedó reconstruida y el solar debidamente tapiado.

Ignoro si la decisión de reedificar la pared partió de las mismas autoridades, de los infractores, o llegaron a un acuerdo ambas partes, pero lo cierto es que fue un castigo ejemplar, en tanto en cuanto tuvieron que reparar el daño causado y sirvió de ejemplo para que nadie volviese a hacer nada parecido.

Creo que los grafiteros que ensucian paredes sin permiso, los que pegan fuego a contenedores, los que destrozan el mobiliario urbano… el mejor escarmiento que podrían aplicarles es que dejasen ellos mismos las cosas tal y como estaban antes de su acto vandálico, pero, por supuesto, costeándose ellos mismos los materiales a emplear.

 

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JUGANDO ENTRE MONUMENTOS

 

 

Cuando los lectores hayan leído el título del artículo que nos ocupa, a buen seguro que se habrán quedado algo perplejos, o al menos habrán sentido curiosidad por saber de qué se trata.

Los oriolanos de mi generación hemos sido privilegiados en cuanto a juegos callejeros se refiere. Los niños de aquella época de nuestra querida Orihuela teníamos el orgullo de andar jugando entre monumentos, y también entre semi-monumentos. Los semi-monumentos son para mí aquellos que sin estar catalogados como tales, tienen una dimensión histórica y testimonial, además de sentimental, que hacen que los mires y los sientas como verdaderos edificios monumentales.

¿Quién no recuerda las carreras y los saltos que dábamos en los claustros de la Catedral? Cómo nos enganchábamos a las portezuelas de hierro para balancearnos... y cómo salíamos de estampida al aparecer por allí el canónigo don Monserrate Abad, que nos regañaba con aquel estilo suyo guasón que nunca sabías si hablaba en serio o en broma.

En la puerta que da a la plaza de El Salvador, recuerdo que había unas enormes cadenas de hierro, —de ahí el nombre de dicha puerta— que enlazaban unos pilones de piedra en forma achatada muy grandes; los zagales nos subíamos en ellas para columpiarnos o tratar de imitar a los equilibristas circenses caminando por sus enormes eslabones sin caernos, cosa harto difícil.

En la iglesia de las santas Justa y Rufina, había una escalerilla de caracol que llevaba hasta el órgano, el maestro organista necesitaba gente para inflar el fuelle de aire, los críos discutíamos por subir porque se pasaba muy bien; ustedes dirán, ¿por qué? Resulta que para suministrar de aire el órgano había dos grandes tablones que ascendían desde el suelo hasta una altura de un metro aproximadamente, mientras uno se elevaba el otro descendía, así una y otra vez, al mismo tiempo el maestro tocaba. La misión de los chiquillos era subirse en los tablones e impulsar los mismos con sus frágiles cuerpos, la sensación de subir y bajar en aquellos artilugios era muy divertido.

En la fachada de la iglesia de Santiago, siendo yo muy pequeño, no había en la puerta ninguna imagen del santo, sólo existía la columna que estaba cortada a la mitad de su altura, parece ser que tanto la columna como la imagen fueron destruidas en la guerra civil. Más tarde reconstruyeron el capitel y la figura. Al ser una novedad, los chiquillos trepábamos para tocar al nuevo Santiago, claro está, siempre muy atentos de no otear en el horizonte a ningún municipal que no dudaba en ponerte una multa, e incluso, ficharte como gamberro, cosa muy en moda entonces. Por cualquier chiquillada te podía colgar el Consistorio semejante título honorífico.

En Santo Domingo se puede decir que no tuve experiencias especiales, simplemente recuerdo que hacían algunos domingos sesión de cine y tuve la oportunidad de ver por primera vez allí la película Peter Pan. En aquel tiempo fue un film muy innovador, estábamos acostumbrados a ver películas de dibujos animados muy buenas, pero también muy ñoñas, tal era el caso de Blancanieves y los 7 enanitos, La Bella Durmiente... Peter Pan vino a decirnos que las películas de dibujos animados podían tener acción, e incluso, algo de sensualidad.—Recuerden el cuerpo tan sexy que lucía Campanilla, y los celos que sentía de Wendy...

Entre los semi monumentos citaría tres que también influyeron en mi niñez: el Seminario, el antiguo Oratorio Festivo y la Lonja.

El Seminario era otra cosa, allí era deporte lo que practicábamos, tanto en la cancha de frontón como en el campo de fútbol que había justo delante del edificio jugábamos largos partidos, siempre que los seminaristas no las estuviesen utilizando. Ya teníamos las horas de recreo de ellos controladas y sabíamos cuando estaban libres las instalaciones. Otra de las condiciones era no armar mucho barullo con el fin de no distraer a los colegiales en sus horas de estudio. También, todo hay que decirlo, había que coger de buenas al rector del Seminario Menor, el Padre Linares, un cura joven muy estirado que no se andaba con contemplaciones, cuando le veíamos aparecer salíamos todos corriendo cuesta abajo.

En el Oratorio Festivo los alumnos de ese colegio, entre los que me encontraba, rezábamos obligatoriamente en la capilla de María Auxiliadora las flores en el mes de mayo. Ese rezo estaba abierto a cualquier persona que quisiera asistir, nuestro inolvidable don Antonio Roda López, por entonces director de aquel Centro, mandaba tocar la campana para llamar a las personas devotas de la Virgen. La campana se encontraba situada en lo alto de la azotea, no era muy grande pero sí tenía un sonido muy agudo que podía escucharse desde cualquier punto del pueblo. Les puedo garantizar que, ser elegido por don Antonio para voltear la campana era un privilegio entre los chavales. Generalmente lo hacíamos entre dos, cada uno se ponía a un lado, y después de darle el primer impulso, teníamos que seguir volteándola empujando con la mano la parte de madera que formaba cada brazo antes de entrar en el eje del ensamblaje de hierro que la sujetaba. Era una gozada manejar aquella campana.

La Lonja, por razones evidentes la visitaba mucho, mi padre tenía allí su negocio y por ello he pasado muchas horas en aquel lugar. Los juegos eran de toda índole, el que más nos gustaba era hacernos pasar por niños indigentes para pedirles a las monjitas de San Sebastián por el torno escapularios, algunas veces lográbamos engañarlas y nos los daban, pero otras, se daban cuenta y tiraban de una cuerda que hacía tocar una campanilla en la portería; era la señal, había que salir a toda prisa porque acudía rápidamente la portera que tenía muy malas pulgas, con escoba en ristre si lograba alcanzar a alguno de los críos, seguro que se la rompía encima.

Igualmente, en vísperas de Semana Santa introducían en la Lonja los pasos de El Prendimiento y La Oración en el Huerto, con el fin de limpiarlos y florearlos, los chiquillos que estábamos por allí lo pasábamos estupendamente subiéndonos a ellos con una bayeta para quitarle el polvo a las calvas de los apóstoles.

Jugar entre monumentos, crecer entre ellos, y llevarlos toda la vida en el corazón como algo propio, es algo que sólo hemos disfrutado los niños oriolanos.

 

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Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía de Orihuela 

(Foto: A.G. Colomina)

 

Publicado como Tribuna en el diario INFORMACIÒN EL 18-08-2023

 

ORIHUELA Y SUS FUERZAS DE SEGURIDAD

 

Enlace con INFORMACIÒN

 

 

Al comienzo de la década de los 60, empezó Orihuela, como ciudad, a despertar de su letargo; sus ciudadanos tomaron conciencia de que tenían un río que cuidar, una universidad que restaurar, unos monumentos que conservar y también, cómo no, una seguridad ciudadana que mejorar.

En mi juventud, los encargados del mantenimiento del orden público en la ciudad eran los llamados entonces “municipales” (hoy Cuerpo de Policía Local), que tenían su Retén en un piso frente a la iglesia de Santa Justa (junto al Juzgado), y el Cuerpo de la Guardia Civil, cuya cabecera de Compañía radicaba en Orihuela al mando de un capitán.

La Guardia Civil se ubicaba en unas viejísimas dependencias en la desaparecida Casa del Paso, sita en la calle del Río de nuestra ciudad. Era claro que aquellas instalaciones no reunían las condiciones debidas para la función que desempeñaba la benemérita, por lo que se construyó un nuevo acuartelamiento en el Plano del Cuartel de la barriada de San Isidro.

Fue un gran logro para este cuerpo policial y para Orihuela en su conjunto, por fin sus miembros disponían de una Casa Cuartel moderna y funcional, con dependencias adecuadas y viviendas para sus componentes, pudiendo prestar un servicio de calidad a los oriolanos, éstos vieron con agrado la mejora experimentada por la Guardia Civil de su ciudad que, sin lugar a dudas, redundaría en beneficio de todos.

Con la llegada de los años 70, Orihuela seguía creciendo, el boom de la construcción hizo que sus barrios se fueran configurando y creando nuevos núcleos de población; la ciudad, por fin, se desperezaba y, junto al incremento demográfico, llegaron las inquietudes ciudadanas: participación en política, fiestas de moros y cristianos, nuevas empresas, etcétera.

Al final de la década de los 70, el entonces Ministro del Interior don Rodolfo Martín Villa, con muy buen criterio y visión de futuro, sacó una ley por la cual se creaban plantillas de los Cuerpos Superior de Policía y de Policía Armada en todas las ciudades españolas de más de veinte mil habitantes. (Hasta entonces, dichas instituciones sólo tenían sus sedes en las capitales); Orihuela, como no podía ser de otra manera, estuvo entre esas localidades, implantándose una Comisaría local y un acuartelamiento del Cuerpo de Policía Armada.

Como quiera que la urgencia en alojar los efectivos de estos cuerpos no daba lugar a nuevas construcciones inmediatas, tuvieron que amoldar sus dependencias provisionalmente en edificios muy viejos y deprimidos, quedando la Comisaría local instalada en la calle Alfonso XIII (bajos de la antigua biblioteca), y el acuartelamiento en la calle Sol (antiguo depósito carcelario de la Mancebería).

En septiembre del 78, se incorporaron a la plantilla de Orihuela por primera vez en la historia, miembros de la Policía Gubernativa (Cuerpo Superior de Policía y Cuerpo de Policía Armada), ocupando, como he dicho anteriormente, las viejas instalaciones ubicadas en los lugares citados.

A decir de José Antonio Alcaraz, uno de los funcionarios fundadores de la plantilla oriolana, tuvieron que adecuar ellos mismos, con sus manos, las vetustas instalaciones, haciendo trabajos de electricidad, carpintería, etc; pero todos ilusionados en poner en marcha este servicio en Orihuela. Igualmente dice Alcaraz, la buena acogida que tuvieron por parte de todos los ciudadanos que se desvivían en atenciones hacia ellos, ofreciéndose para ayudarles en lo que fuese necesario; como anécdota simpática recuerda que, cuando veían los oriolanos las patrullas por la ciudad todos les saludaban con una sonrisa.

A partir de entonces, Orihuela organizaba su seguridad ciudadana como cualquier ciudad importante, con los cuerpos policiales precisos.

Con la llegada de la Ley de Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado de 1986, se unificaron el antiguo Cuerpo de Policía Armada, cuyo nombre había cambiado anteriormente al de Cuerpo de Policía Nacional, con el Cuerpo Superior de Policía, quedando una sola corporación denominada Cuerpo Nacional de Policía.

Los efectivos del actual Cuerpo Nacional de Policía no podían continuar trabajando en las condiciones que lo hacían, y Orihuela tampoco podía permitir que sus Fuerzas de Seguridad no tuviesen un alojamiento digno, por tanto se construyó en los terrenos que habitaban en la calle Sol, una moderna y extraordinaria Comisaría Local, con todos los adelantos del momento.

Al día de hoy podemos decir que Orihuela tiene unos servicios de seguridad valiosos, tanto el Cuerpo Nacional de Policía, como la Guardia Civil y la Policía Local, disponen de buenos alojamientos y dan un extraordinario servicio a los oriolanos; éstos, corresponden apreciando y respetando a sus Fuerzas de Seguridad.

 

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LA FERIA DE ANTES EN ORIHUELA

 

Las jóvenes también montaban en la rueda de los caballitos. (Tío vivo)

 

Artículo publicado en la revista PORTADA en la 2ª quincena de agosto de 2013

 

 

Por las fechas en las que nos encontramos, he considerado que estaría bien reproducirle a los lectores de Portada el relato publicado en mi libro Orihuela, dulce pueblo, pág. 77 sobre la Feria que se celebraba antes en nuestra ciudad.

Nadie ignora la dureza del estío en Orihuela, máxime cuando todavía no existía ni el aire acondicionado ni los frigoríficos de hoy en día. La Feria se esperaba con impaciencia porque ayudaba, en gran medida, con la algarabía que se formaba, a sobrellevar los largos y calurosos días agosteños.

Llegado el 15 de agosto, toda la ciudad desprendía un aroma a churros, garrapiñadas y algodón de azúcar. El recinto ferial, desde el comienzo de la glorieta hasta la misma estación, era una explosión de luz, color, sonido y fragancias. Las canciones italianas surgían de las casetas y carruseles entremezclándose unas con otras. Hervidero de eventos que se sucedían sin cesar durante el día: La Feria del ganado caballar, carreras ciclistas y de motoristas por los Andenes, cucañas, carreras de sacos, rotura de pucheros con los ojos vendados, lanzamiento de globos, etcétera.

Entrada la noche, en el centro de la glorieta se ofrecían espectáculos populares gratuitos, cantantes famosos de la época como Serenella, Gelu, y otros hacían las delicias de los oriolanos.

En el patio del colegio “La Graduada” —hoy Andrés Manjón—, con el beneplácito de su director D. Antonio Pujol se realizaban verbenas igualmente gratuitas, donde los jóvenes de entonces comenzaban a anhelar a la chica de sus sueños...

Las casetas, pegadas unas con otras, abarrotaban la avenida de Teodomiro a ambos lados, en ellas se podían adquirir infinidad de artículos: juguetes, bisutería, navajas de Albacete, billeteros, artículos para fumadores... Las tómbolas, que por entonces comenzaban su andadura, también ofrecían sus muñecos de peluche al que tuviera la suerte de corresponderle en sorteo.

Las atracciones feriales eran muy diversas: el tren de los horrores, la montaña rusa, la noria, las sillas voladoras, la rueda de los caballitos, los coches de choque… Pero ahora merecen mi especial atención alguna de las que ya han desaparecido, como muestra les citaré tres: las barcas, un medidor de fuerza y una caseta de tiro al blanco.

Las barcas, —yo diría de “tracción humana”—, eran unos columpios que, como su nombre indica, tenían forma de pequeña embarcación, una vez el usuario se introducía en ella —podían subir hasta dos personas—, el encargado daba un primer impulso y los interesados ya hacían el resto, se ponían de pie sujetándose a las barras laterales y con el cuerpo tomaban tracción sincronizándose ambos, logrando que el artilugio se balanceara hasta conseguir una considerable altura. Cuando transcurría el tiempo estipulado, el feriante encargado detenía el armatoste tirando de una palanca, ésta hacía elevarse desde el suelo un tablón que rozaba la quilla de la barca y, poco a poco, la paralizaba.

También tenía muchos adeptos un juego que medía la fuerza, consistía en pegarle con un gran mazo a un soporte situado en el suelo, éste hacía elevar una pieza de hierro redonda de unos ocho centímetros de diámetro por unas guías hasta gran altura, al final había una campana; estaba calibrado para que una persona de complexión normal raramente pudiese llegar la pieza hasta mitad del trayecto, pero los chicos de la huerta que eran fuertes como robles, propinaban unos mazazos que el feriante se sorprendía de ver tanta potencia, llegaba la pieza hasta la campana con tal velocidad que algunas veces parecía que la iban a romper, de no haber tenido un tope, la pieza de hierro habría salido volando.

En el tiro al blanco había de todo, desde el palillo de dientes que pinchaba un cigarrillo, hasta unos patitos metálicos que pasaban uno tras otro por un raíl, pero lo que más gracia tenía era uno que, si hacían puntería y le daban a un botón, se abría una puertecita y salía un muñeco vestido de camarero portando en su mano derecha una bandeja con una copita de mistela; a través de un mecanismo se deslizaba hasta el tirador, éste se tomaba la bebida y el muñeco volvía a su habitáculo; pero el problema surgía cuando el cliente hacía puntería rápidamente y el feriante no había tenido tiempo de rellenar la copa en la trastienda, entonces salía el muñeco con la copita vacía y el tirador se enojaba. Todo se solucionaba situándose el feriante con la botella de licor al lado del cliente y, cuando éste hacía puntería, le llenaba la copa directamente.

Por otra parte, eran multitud de puestos ambulantes —carros—, que ofrecían su mercancía a todos los asistentes a la Feria, los más concurridos era los de membrillos, manzanas rebozadas de caramelo, palmito “tierno superior” —así lo voceaban—, cocos, turrón de panizo, higos de ‘pala’…

Otra costumbre muy típica eran los botijeros, ofrecían por diez céntimos un trago de agua con unas gotas de anís, el cliente podía beber toda la que quisiera por el mismo precio, pero sin descansar, directamente desde el botijo, al “gallé”. Si descansaban y volvían a empinarse el recipiente, costaba doble.

No quiero olvidarme tampoco de un gremio que ayudaba a mitigar los rigores del verano: los heladeros. La Ibense y La Jijonenca con sus ‘coyotes’, ‘tuti fruti’ y cortes variados. Y los Manolés, vendedores ambulantes que elaboraban sus productos totalmente artesanales: el agua de cebada, el limón helado, la horchata y el delirio de todos los zagales, los “chambis”.

Para los que no lo han conocido les comento que el “chambi” estaba riquísimo y el proceso utilizado por el heladero para servirlo era tan agradable de ver que los chiquillos se quedaban ensimismados.

Consistía en una pequeña máquina manual niquelada que formaba una concavidad rectangular del tamaño de una galleta, llevaba un mango, y en él, un resorte que hacía subir o bajar el heladero con el dedo pulgar, elevando o bajando con ello una reducida plataforma interior marcando así el grosor del “chambi”, que sería según el precio convenido. Se introducía una galleta de la misma forma del aparato, con una paleta igualmente niquelada se rellenaba el hueco de mantecado con mucho cuidado de que quedara bien apretado, después se ponía otra galleta igual que la anterior encima y con el dedo se presionaba el botón hacia arriba saliendo el helado hecho un bloque. Había que tomárselo rápidamente porque se derretía con facilidad.

La Feria de agosto en Orihuela era en aquél entonces un gran acontecimiento para toda la ciudad y la Comarca, para su economía, y necesaria igualmente para divertir a la gran mayoría de oriolanos que pasaban los rigores del calor en la ciudad.

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A la dercha: De espalda José Luis Ezcurra Alonso y Magda Martín Lacárcel, ambos en el locutorio de Radio Orihuela.

Al fondo en el Control, Pepe Ramos Cascales

 

 

 

SINTONIZA RADIO ORIHUELA

 

 

Para los oriolanos de mi generación, era el edificio que albergaba Radio Orihuela un lugar inevitable de encuentro. Ubicado en la calle Mayor se encontraba en él además de la única emisora de la Ciudad, la Sección Femenina de Falange, y en la planta baja el bar cafetería.

Digo que era un lugar de encuentro porque en ese céntrico inmueble confluían varias cosas, continuamente entraban y salían muchas personas, unas a realizar el Servicio Social, otras a encargar “discos dedicados” que era la máxima demostración de cariño entre novios, familiares o amigos, igualmente el bar cafetería que atraía mucho público, sobre todo en la etapa que fue regentado por Joaquín Vegara; y por último, los que íbamos a la radio a colaborar desinteresadamente en algunos programas.

Mis inseparables amigos de la juventud José Céspedes Moñino y Manuel Roberto Leonís Ruiz, junto con el que les escribe, fuimos asiduos participantes, primero bajo la dirección de Pepe Torres hacíamos pequeños relatos radiofónicos, y más tarde formamos el trío “Orcelis”. Esto último surgió en nuestros largos paseos por los Andenes y las calurosas tardes del estío oriolano en el kiosco Medina. Cuando ya no teníamos nada de qué hablar nos poníamos a cantar, Leonís como tenor o primera voz, Céspedes como voz media o barítono y yo como bajo. Nos dimos cuenta que creábamos una buena armonía y grabamos burdamente una cinta de casette, ésta, casualmente la escuchó Fray Víctor de Vinalesa que nos llamó para conocernos ofreciéndonos el convento de los Capuchinos para nuestros ensayos.

Bajo los consejos de este religioso y de su primo, Fray Olegario de Vinalesa, conseguimos un resultado musical bastante aceptable. En los programas cara al público que se hacían los sábados por la noche en Radio Orihuela, actuábamos y, al parecer, gustaban nuestras canciones, pero nuestro objetivo no era otro que divertirnos y doy fe de que así era.

En aquellos espacios radiofónicos había voces muy buenas, debo recordar al tenor y buen amigo mío Joaquín Martínez Zambudio que, tras largos años de estudios de canto que le auguraban un gran porvenir en la lírica española, el infortunio hizo que perdiera su joven vida.

Igualmente, eran muy destacadas las interpretaciones melódicas de José Antonio Parra, y de otros muchos que no puedo mencionar por no recordar sus nombres, pero no por ello menos importantes. La presentación corría a cargo del periodista Joaquín Ezcurra Alonso que lo hacía muy bien, con la seriedad y profesionalidad que le caracterizaba.

Los locutores de Radio Orihuela que destacaban por sus magníficas voces eran: José Luis Ezcurra, Magda Martín y Amparín Martínez. En el Control Técnico Manuel Ortuño, (el “Ramblero”) y Pepe Ramos. En la oficina Conchita Ramos. Todos ellos al desaparecer Radio Orihuela fueron destinados a la Voz de Alicante, donde han permanecido realizando un trabajo muy digno hasta su jubilación en Radio Nacional de España.

Fueron años difíciles, pero a pesar de ello estos profesionales supieron darnos lo mejor de sí mismos, con los pocos medios de que disponían para que nuestra Ciudad pudiera disfrutar de una Emisora de Radio con tan buenos programas como la de cualquier otro lugar. Sus instalaciones siempre se encontraban abiertas a cualquier iniciativa noble y a la participación de los ciudadanos que así lo deseaban. Mis recuerdos de Radio Orihuela en la calle Mayor son de lo más agradable y los momentos pasados en ella fueron muy positivos para mi formación juvenil, y creo que para la de muchos otros.

 

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Carteles anunciadores de las zarzuelas "La tabernera del puerto" y "El cantar del arriero",  en el Teatro Circo de Orihuela

 

 

AFICIÓN A LA ZARZUELA

 

 

A finales de los años cincuenta, corría en Orihuela una fiebre por la canción lírica. Desconozco si esta afición la despertó el éxito que por entonces disfrutaba en casi todo el mundo como barítono nuestro coterráneo Pedro Sánchez Terol (llamado artísticamente Pedro Terol), o simplemente por pura vocación al mal llamado “género chico” de unos cuantos oriolanos que eran los promotores de estos eventos en nuestra ciudad. A todos ellos me gustaría dedicarles este modesto trabajo en agradecimiento por la inclinación que despertaron en mí hacia la zarzuela.

Sea como fuere, lo cierto es que un gran número de jóvenes, y no tanto, de nuestro pueblo ponían a punto sus voces para enrolarse en algún coro.

Por aquella época se creó también el Grupo de la Pasión “Federico Rogel” que dirigía don Juan Pedro, cuyos ensayos se realizaban todas las noches al lado de la pila bautismal de Santa Justa y Rufina.

Simultáneamente, en el Círculo Católico, el inefable Pepe Rodríguez preparaba un conjunto para acudir al I Certamen de Habaneras en Torrevieja, ignoro las causas pero no se llegó a participar en dicho concurso. Sin embargo, sí fructificó un coro que cantaba la misa “Tercia” los domingos por las parroquias de la Comarca a las órdenes del competente mencionado director.

Más tarde se formó un numeroso grupo (medio centenar de personas) que, igualmente en el Círculo Católico, ensayaba para la puesta en escena de la zarzuela “La Tabernera del Puerto”. Esta obra se llegó a estrenar por la Compañía Lírica Gran Zarzuela con enorme éxito en el Teatro Circo el 1 de Junio de 1957, bajo la dirección musical de Bienvenido Espinosa y el maestro Alfredo Benavent. La tiple fue Esperanza Congost; tiple cómica Lolin Sarabia, el tenor era Antonio Picazo y el barítono Antonio Vicea. Hizo una colaboración especial y partiquina como el Sargento de Carabineros, Antonio Rodríguez de Egío (“Macando”), muy popular por ser el propietario del bar “Zara”, y por las simpáticas tertulias que organizaba en su establecimiento. Los beneficios de aquella actuación se destinaron a la Hermandad de la Convocatoria.

A la vista del gran triunfo que supuso para esta Compañía y la demanda de la afición oriolana, decidieron montar otra zarzuela, esta vez fue “El Cantar del Arriero”. Ahora lo recaudado se destinó a la Cofradía de El Perdón. Aunque la inmensa mayoría de los que trabajaron en dicha obra eran los mismos que en la anterior, hubo algunas variaciones. En los principales papeles se encontraban: Isabelita Bañón, Antonio Vicea, Antonio Picazo, Lolin y Lucio Sarabia, Manuel y Luis Cañizares y Manuel Escamilla; además de un nutrido coro de chicos y chicas. La puesta en escena corrió a cargo de José Torres y Emilio Bregante, al piano Alfredo Benavent y en la dirección musical Bienvenido Espinosa.

El Cantar del Arriero” se estrenó por la Gran Compañía Lírica de Radio Orihuela en el Teatro Circo el 17 de Mayo de 1958, obteniendo un clamoroso éxito. El teatro se encontraba lleno de público puesto en pie aplaudiendo las romanzas de sus protagonistas, teniendo en algunos casos que repetir, sobre todo, los solos de Picazo y Vicea.

Tomó tanta fama en la Vega Baja esta obra que demandaban de varios pueblos su actuación, pudiendo por fin representarse en el Teatro de Guardamar y en el “Pérez Miravete” de Bigastro, ambos llenos a rebosar de un entusiasmado auditorio.

Todos estos eventos y algunos más, despertaron en los oriolanos de entonces una inquietud por conocer más a fondo la canción lírica española que, hasta entonces, era poco conocida en nuestra ciudad; gracias como digo al comienzo del artículo a unos cuantos oriolanos de pro, amigos de la zarzuela que, con su bien hacer, supieron imprimir esta bonita y cultural afición al pueblo en general. Mi recuerdo más entrañable a todos ellos.

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UN PASEO POR SAN MIGUEL

 

Vista panorámica de Orihuela y la antigua carretera de San Miguel

(Foto: A.G. Colomina)

 

 

En una de mis recientes visitas a Orihuela, entro en la ciudad por el sitio de costumbre: Dr. García Rogel, Ronda de Santo Domingo, plaza de Santa Lucía, calle Doctor Sarget hasta desembocar en la plaza Caturla. Una vez en este punto, decido que de hoy no pasa que suba al Seminario; un día por otro siempre lo he ido demorando hasta pasar muchos años sin hacerlo. Giro hacia la derecha y tomo la cuesta que me llevará hasta allí. Tenía que ver cómo se encontraba el Monte San Miguel que me vio crecer y por donde tanto correteé de niño.

Hacía un día maravilloso, muy soleado, corría una ligera brisa, algo fresca pero agradable; el olor que impregnaba el viento me transportó a mis años de adolescencia, cuando yo jugaba por aquellos lugares. Experimenté una sensación muy agradable, no exenta de cierto grado de decepción.

En primer lugar hice una parada donde comienza la escalera de “El Gato”, después de contemplar detenidamente ésta, me desvié a pie hacia el tramo de carretera antigua que va a parar a la “Rejullaera” y a la “Cueva del Tío Paco”, ambas cosas se encuentran en estado deplorable, el inevitable paso del tiempo y el abandono han causado sus estragos en esos dos lugares que, en mi época juvenil eran emblemáticos en nuestra sierra. La “Rejullaera” está irreconocible; la “Cueva del Tío Paco”, que en tiempos fue una vivienda natural donde más de una familia habitó en ella con cierta dignidad, ha quedado inaccesible por la multitud de chumberas y maleza que han crecido a su alrededor.

Vuelvo por mis pasos a la nueva carretera y sigo ascendiendo hasta llegar a la entrada del Seminario. Observo que una pequeña pinada que había en la parte izquierda ha sido eliminada para dejar sitio a los vehículos; sin embargo, el huerto lo vi más cuidado que antaño.

Me adentro por la parte delantera del edificio docente, e inmediatamente viene a mi memoria los partidos de frontón tan reñidos que jugaban dos sacerdotes, por entonces muy jóvenes y conocidos en la ciudad, llamados don Jesús y don Modesto, ambos eran naturales del Norte (creo que de Navarra), y trajeron esa afición deportiva al Seminario oriolano, jugaban como dos profesionales con sus sotanas remangadas. Valía la pena subir hasta allí para verlos competir en la cancha.

 

También, al pasar por el viejo campo de fútbol, recordé con agrado los partidos tan interesantes que allí se jugaban, primero veíamos a los

seminaristas que durante el recreo formaban equipos, por entonces todos vestían sotanas y para poder jugar se las remangaban y ataban con un fuerte nudo a la cintura. Por esa época había muchos oriolanos estudiando en el Seminario, algunos de ellos compañeros de colegio e íntimos amigos que aspiraban a ser sacerdotes. Después, cuando ellos se retiraban comenzábamos los partidos nosotros que, a falta de instalaciones deportivas en la ciudad, utilizábamos las de aquella institución, con la anuencia tácita de la jerarquía eclesiástica del lugar, que siempre nos ponían la condición de no armar mucho barullo para no interrumpir los estudios de los colegiales.

Al regreso, me pongo a otear el horizonte y, como cuando era niño, diviso a lo lejos Monteagudo, después un poquito a su izquierda fijándome mucho la torre de la Catedral de Murcia. La vista panorámica que se divisa de Orihuela y sus alrededores desde el Seminario no tiene parangón; es colosal, magnífica...

Otro detalle que no me gustaría dejar de comentar es el buen estado de conservación de la antigua carretera; ignoro si ello corresponde a la mano del hombre o simplemente se mantiene así de forma natural; de cualquier modo me alegra sobremanera contemplarla en pie; los críos de entonces siempre decíamos que su trazado formaba el nombre de “María”. Si observa el amable lector desde arriba los trazos de la vieja carretera verá que al principio figura la letra “M” (mayúscula), y a continuación las demás hasta completar la palabra. En la foto que ilustra este modesto trabajo se puede ver dicha curiosidad aunque no al completo.

Por último, me voy a permitir hacer un ruego a quién corresponda: no dejen perder la antigua carretera de San Miguel por desidia o abandono, toda vez que por su antigüedad y materiales empleados en su construcción, podría llegar a ser un valor más a admirar en una ciudad monumental como es nuestra Orihuela.

 

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EL PALOMO “PUENTETOCINOS”

 

 

Sería final de la década de los 40 y buena parte de los 50, cuando en Orihuela y toda la comarca existía una gran afición por la colombicultura. La cría y vuelo de palomos deportivos estaba muy arraigado en nuestra tierra, las competiciones se llevaban a cabo, generalmente, durante los fines de semana. Era un buen deporte para los que practicaban esta afición que corrían de un lado para otro con la finalidad de observar al mínimo detalle la faena que realizaba su palomo. Muchos subían hasta la sierra desde donde podían divisar mejor los vuelos con el auxilio de unos buenos prismáticos.

Los torneos eran organizados por los mismos aficionados. Consistía en soltar una paloma con una pluma larga y blanca pegada en su cola —eso se hacía para distinguirla del resto—, los concursantes daban suelta a su mejor palomo que seguía a la hembra; se valoraba la faena de cada uno para conquistarla: zureo, ruedas, pisadas, etcétera. Al final, el que lograba llevarse la paloma a su garita se proclamaba el campeón del concurso y su dueño recibía un trofeo en forma de copa o placa. La paloma y el numeroso grupo de palomos que la seguían le llamaban “La pica”, y volaban casi siempre muy alto. Algunas veces se perdían de vista, incluso durante días completos, hasta que regresaba cada uno a su palomar respectivo.

Los palomos de competición estaban muy mimados por sus dueños, se alimentaban del mejor pienso y se les suministraba vitaminas. Les aseaban sus palomares con asiduidad y les dispensaban toda clase de cuidados. Se identificaban con una anilla que portaban en una pata y el color de sus alas que eran pintadas por la parte inferior de tonalidades llamativas para ser reconocidos desde abajo. Era un placer ver a “La pica” volando con el multicolor de sus alas bajo un espléndido cielo azul y sobre los monumentales campanarios oriolanos.

Pero este artículo me ha venido a la memoria por un palomo muy famoso de la época considerado un fuera de serie conquistando a la paloma, siempre conseguía llevársela a su palomar tras una magnífica faena. Este dandi de las alturas se llamaba “Puentetocinos”.

Todos los palomos tenían su nombre; un buen ejemplar no tenía precio, el que lo poseía no lo vendía por nada, y si lo hacía, cobraba cantidades astronómicas para aquel tiempo. Entre los aficionados existía también la costumbre de dejar su palomo a algún compañero para que “pisara” a su paloma, con ello, podría conseguir que los pichones que nacieran de esa relación tuvieran la clase del macho y fueran también futuros campeones. Pero como digo anteriormente, el rey de todos en aquel tiempo era “Puentetocinos”. No había competición que se le escapara, no tenía rival. Su propietario extremaba todas las precauciones para que ningún desaprensivo le hiciera desaparecer. Era un tesoro volador.

El “palomista”—así se denominaba a los que se dedicaban a esta afición—, disponía de varios palomares hechos por él mismo, eran unos cajones de madera, en la parte delantera tenían una especie de plataforma a modo de terraza, con una red puesta en la parte superior que su dueño desplazaba por unos raíles tirando de un hilo a distancia que la hacía correr y cerrar cuando entraba la paloma. Estos habitáculos se encaramaban en los tejados, balconadas o corrales y se las ingeniaban para compatibilizar su vivienda —algunas veces precaria y de poco espacio— con los palomares. Había aficionados con más poder adquisitivo que alquilaban alguna terraza en el pueblo, o casa por la cercana huerta para instalar allí sus garitas o palomares.

La afición a la colombicultura, afortunadamente, no ha desaparecido. Se sigue practicando, ahora con mejores medios, aunque en lo fundamental sigue igual. Las palomas han prestado siempre muy buena ayuda al hombre por su sentido de la orientación. Ahora que el Ejército ha suprimido el servicio de palomas mensajeras en aras de las nuevas tecnologías, es de justicia tener un recuerdo para estas aves que tanta ayuda han prestado al hombre en las comunicaciones, sobre todo, en las militares.

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