RESUMEN DE LA VIDA Y OBRA DEL ILUSTRE SACERDOTE ORIOLANO

DON ANTONIO RODA LÓPEZ

 

 

Contando con la anuencia  del Colegio Diocesano Oratorio Festivo de San Miguel, y de los antiguos componente de la Banda Auxilium,

me enorgullece publicar el siguiente documento gráfico y sonoro, donde la emoción se reencuentra con el recuerdo, y como homenaje a este gran Hombre que fue

D. Antonio Roda López.

Recomendamos su visualización.

 

 

ORÍGENES DEL ORATORIO FESTIVO DE SAN MIGUEL

ORIHUELA

(Fuente: "Orihuela vista desde el Puente de Rusia")

 

 

En el solar que ocupa el nuevo y moderno colegio, estuvo el antiguo Oratorio Festivo;  y antes la antigua ermita de San Miguel.  Dicha ermita se levantó por deseo de los vecinos, mediante la donación de dos casas propiedad de la viuda de Mariano Casanovas. Con ayuda de rifas y limosnas, se costeó su construcción y la compra de una imagen de San Miguel que, en 1878,  fue bendecida por el obispo Victoriano Guisasola, procesionando por las calles Mayor, Soledad y Feria. Su misión primordial era impartir el catecismo entre los llamados peñeros. En 1900 acogió una gran fiesta con predicador, procesión y fuegos de artificio.

 

Juan Melchor Bosco (1815 - 1888), fue un sacerdote, educador y escritor italiano del siglo XIX. Fundador de la Congregación Salesiana, de la Asociación de María Auxiliadora, de la Asociación de Salesianos Cooperadores, del Oratorio Salesiano y del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Promovió el desarrollo de un moderno sistema pedagógico conocido como Sistema preventivo para la formación de los niños y jóvenes y la construcción de obras educativas al servicio de la juventud necesitada. Fue autor de numerosas obras dirigidas a la educación juvenil, destacando como uno de los promotores de la imprenta católica.

 

Juan Bosco, conocido mundialmente como Don Bosco, fue declarado Santo por el papa Pío XI el 1 de abril de 1934, a solo 46 años después de su muerte en 1888, y le fue dado el título de «Padre, Maestro y Amigo de los Jóvenes».

 

La Congregación Salesiana, fundada por San Juan Bosco, toma su nombre distintivo de San Francisco de Sales. En 1844 Don Bosco empezó a reunir muchachos pobres y abandonados para ofrecerles un futuro mejor. Aparte de las actividades lúdicas, les enseñaba el Catecismo, los confesaba al aire libre y después los llevaba a una de las iglesias de la ciudad donde celebraba misa para ellos y les daba la Santa Comunión. Estos encuentros fueron llamados “Oratorios Festivos”.

 

Los Oratorios Festivos evolucionaron a lo largo de su existencia, especialmente durante el siglo XX, con el fin de que los niños y jóvenes escolarizados en los centros educativos bajo el ideario de San Juan Bosco tuvieran una alternativa nueva de emplear y aprovechar su tiempo libre, superando carencias afectivas y emocionales por medio de actividades recreativas y educativas. El Oratorio era una jornada periódica que buscaba enseñar la palabra de Dios de forma diferente, combinando el Catecismo con la recreación, a la par que procurar en los años de circunstancias económicas y sociales adversas, una alimentación suficiente a niños de escasos recursos. Los Oratorios suelen estar nominados bajo el patronazgo de las imágenes devocionales de la Orden, como María Auxiliadora, o de los Santos, personalidades de la Congregación Salesiana o de otro carácter histórico.

El Oratorio en Orihuela

 

La calle de San Miguel era el principio de un barrio cuya curiosa descripción, suponemos que algo exagerada, encontramos en la revista “ El Oratorio de San Miguel ” y que se refiere a principios del siglo XX .

 

“El barrio está edificado en las primeras estribaciones del monte, formado por casuchas bajas, sin ventilación, ennegrecidas las paredes por dentro a causa de las hogueras que encienden sus habitantes en los días fríos de invierno. Las callejuelas son muy estrechas, cubiertas materialmente y en su totalidad de todo genero de inmundicias y desperdicios que hacen difícil atravesarlas. En el extremo del barrio hay una pequeña ermita dedicada al príncipe San Miguel. Los hombres pasan la mayor parte del día tendidos al sol en invierno y a la sombra en verano. Las mujeres sucias, sin peinar, con vestidos indefinibles de color, se pasan las horas libres de escandalosas peleas y en la caza mutua de parásitos. De noche sus callejas oscuras son cruzadas por bandadas de mocetones semi-beodos que frecuentan tristemente madrigueras de gatonas de las que el barrio está plagado.”

 

En febrero de 1918 Juan Torres Silva se presentó a las oposiciones de Sochantre de la catedral de Orihuela, tomando posición del cargo el día 12 de marzo. En mayo fue ordenado sacerdote por el obispo Ramón Plaza Blanco y, el día 24 de ese mismo mes, colocó en la deteriorada ermita una imagen de María Auxiliadora fundando el Oratorio Festivo, con clases diurnas y nocturnas, catequesis, banda de música y ejercicios espirituales. 

 

La ermita sirvió de capilla para dicho oratorio hasta el 10 de mayo de 1925. Cuatro años después su estado ruinoso obligó a derribarla por el peligro que ofrecía. Se conservó la imagen original hasta que fue quemada en la Guerra Civil, siendo reemplazada al término de la contienda. 

 

Sobre los solares de unas casas adquiridas en el barrio de San Miguel levantaron un nuevo edificio. Pero Juan Torres enfermó y, el 1 de julio de 1927 dejó su obra en manos de los capuchinos que mantuvieron las actividades con entusiasmo. El 30 de junio de 1928 pasó a manos de Monserrate Celdrán Mogica, cura beneficiado de la catedral. A él se debe el taller de encuadernación y a la ampliación del patio.

 

La cara más conocida y auténtica “alma Mater” de esta institución fue Antonio Roda López. Nacido el 21 de Mayo de 1909, cursó sus estudios en el Seminario de Orihuela y fue ordenado en Valencia en abril de 1933. Subdirector del Oratorio Festivo, ascendió a director en 1935. Tras permanecer oculto durante la Guerra Civil, hizo del Oratorio el motivo de su vida. Potenció la banda de música y la escuela de imprenta y encuadernación. En 1960 fundo y dirigió la Tuna Oriol. Nombrado canónigo de la Catedral, concejal honorario, arcipreste e hijo predilecto. Falleció el 26 de Marzo de 1984 a los 75 años de edad.

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MIS RECUERDOS DEL ANTIGUO ORATORIO FESTIVO

Antonio Guzmán Colomina Riquelme

 

Salón de Actos y cine del antiguo Oratorio Festivo (Foto: Colección de A.G. Colomina Riquelme)

 

 

     Me voy a remontar a mi niñez, sería allá por el año 1948, el  centro “Oratorio Festivo de San Miguel, Colegio menor eclesiástico”, —así rezaba en un cartel escrito en la pared al entrar—, se accedía al mismo mediante unos cuatro escalones y a la derecha pendía una campana cuyo badajo atado a una cuerda servía para marcar manualmente el día escolar. El encargado de hacerla sonar era su director, por entonces el sacerdote diocesano don Antonio Roda López, o la persona que él designara en cada momento. Debajo de dicha campana y un poco más a su derecha se encontraba la puerta que daba a la capilla presidida por la imagen de María Auxiliadora, la pequeña iglesia era el centro neurálgico del colegio; en ella se celebraba la eucaristía, los alumnos hacíamos la primera comunión, se rezaban las novenas a la Virgen, se ensayaban los cánticos, se rezaban en mayo las flores a María y, en general, todos los días realizábamos los escolares alguna actividad de tipo religioso, algunos antiguos alumnos, incluso, llegamos a contraer matrimonio. Al fondo se accedía al patio donde se realizaba el recreo de los colegiales y se ubicaban los urinarios; una fuente servía para saciar la sed de los educandos y refrescarse tras algún partido de fútbol. En la parte alta había un pequeño salón de actos.

    Creo recordar que el edificio escolar se componía de tres  plantas, donde se situaban las seis aulas  o cursos. De abajo hacia arriba iban los alumnos de pequeños a mayores. La clase de los más chicos la impartía don Félix, en la siguiente planta se encontraba el aula de don Francisco Soler, el despacho del director y una pequeña estancia donde se podían adquirir lápices, plumas de palillo, gomas de borrar y algunos cuadernos. A continuación estaban las aulas de don José Pazos y don Jaime Barber, por último se encontraban las salas de don Tomás Cerdá y don José María Belda. Los alumnos que lograban llegar hasta el final con éxito salían preparados para el bachillerato, acudir a alguna academia mercantil o directamente a aprender algún oficio. Algunos preferían ingresar en el Seminario para cursar estudios eclesiásticos. En aquella época este colegio era solo para varones.

         A la azotea del edificio se accedía por una pequeña puerta y, en la parte central se ubicaba  una campana que se tocaba manualmente dándole volteos, (casi siempre entre dos alumnos seleccionados por el director). Esta campana se hacía sonar para avisar al pueblo de Orihuela de los actos litúrgicos o procesionales que se realizaban, siempre abiertos a los fieles que quisieran participar.

        Recuerdo con emoción que a la hora del recreo avisaba don Antonio Roda con la campana de la parte inferior y salíamos todos los alumnos, desde los más pequeños a los más mayores formados en hilera por cursos. Nos situábamos en el patio, todos muy bien alineados y guardando un absoluto silencio, y don Antonio Roda, junto a los profesores, enfrente, cuando pronunciaba las palabras en latín: “¡Benedicamus Dominus!”, todos los colegiales respondíamos a voz en grito: “¡Deo gracias!”, entonces se rompían las filas y todos a jugar… En algunas ocasiones, para deleite de algunos y para susto de los más pequeños, salían una cuadrilla de cabezudos.

     Pero aquél centro escolar quedaba pequeño para los proyectos que tenía su director, entonces don Antonio Roda, con más voluntad que medios económicos, comenzó a llevar a cabo su sueño: ampliar las instalaciones construyendo una nueva iglesia y un salón de actos. Primero decidió, con buen criterio, comenzar por el salón de actos, ya que los domingos lo convertiría en cine y con las ganancias podría cubrir parte de los  gastos de la edificación. La empresa fue ardua y laboriosa; los carruajes con los materiales no podían acceder al recinto de la construcción, por lo tanto, descargaban ladrillos, cemento, yeso y otros elementos de la obra en la plaza Caturla. Don Antonio Roda no sabía cómo trasladar el material hasta el Oratorio, así que se le ocurrió instalar en el patio unos gigantescos columpios a cargo de dos alumnos de los más mayores. En la hora del recreo los niños que, voluntariamente quisieran trasladar materiales desde la plaza de Caturla hasta el colegio, se le premiaban, por cada viaje de ladrillos que transportaba, con un vale para columpiarse durante unos minutos. El invento tuvo mucho éxito y los cargamentos de tejas y ladrillos ‘’volaban’’ a pie de obra.

    La financiación de tan importante edificación fue muy compleja y laboriosa. A los donativos de empresas y particulares se sumaban algunas pequeñas cantidades que se recaudaban con trabajos realizados en la imprenta que se ubicaba cerca de la entrada al colegio. También la emisora local “La voz de Orihuela” ponía a disposición del director sus micrófonos para dar información de la marcha de las obras y solicitar ayudas. Recuerdo una frase que pronunciaba don Antonio con frecuencia en la radio: “¡Oriolanos, estoy enfermo, necesito una inyección de ‘pesetina’!” —En alusión a las antiguas pesetas—. Pero, otro invento de don Antonio Roda para recaudar pequeñas cantidades lo hizo a través de los alumnos. En la imprenta se confeccionaron unas cartulinas cuadriculadas, cada cuadrito costaba rellenarlo con lápiz azul 10 céntimos. Decía que cada uno que se coloreaba era un ladrillo que se ponía en la construcción, así que todos los chicos nos afanábamos en completar nuestra cartulina lo antes posible y comenzar con otra nueva.

    Una vez acabado el salón de actos comenzó a dar sus frutos. Como he dicho anteriormente, los domingos y festivos se convertía en cine. Costaba la entrada una peseta con cincuenta céntimos, llegó con el tiempo a subir hasta dos y tres pesetas. Siempre se proyectaban dos películas y el NO-DO. El lleno total estaba asegurado. Puedo afirmar sin miedo a equivocarme que ningún niño o niña dejó de asistir, aunque solo hubiese sido una vez, al cine del Oratorio. Las películas eran todas clasificadas moralmente como “toleradas”: vaqueros, El  Gordo y el Flaco, Buster Keaton, Charlot, etcétera. Hay una anécdota de casi todos conocida y es que don Antonio Roda se situaba en una ventanita de la sala de proyección cuyo operador era Cayetano Lorente Serna,  cuando en alguna película se besaban, él ponía su mano delante del proyector y ensombrecía la pantalla, pero en algunas ocasiones no se daba cuenta y se veía el beso, entonces salía por los pasillos exclamando: “¡No pasa nada, son hermanos!” [...]

    El Oratorio Festivo, además, realizaba una gran labor extraescolar a favor de la cultura, sus locales servían para ensayar la banda de música Unión Lírica Orcelitana. Se creó la banda de cornetas y tambores “Auxilium”; se ensayaban y representaban en su salón de actos obras de teatro como “Los pastores de Belén” […]

    Pero no todo fue un camino de rosas, a los problemas económicos que se enfrentaba diariamente don Antonio Roda, también hubo que lamentar unos desgraciados hechos. 

    El 29 de abril de 1960 —vísperas de la inauguración de la iglesia—, encontrándose don Antonio Roda en su despacho, en un descuido, aplastó con la puerta el dedo índice de la mano derecha del niño José Conesa, de 6 años de edad, milagrosamente salió ileso y no tuvo que ser asistido del percance, todo quedó en un susto.

    El mismo día, ocurrió otro infortunio, este de más gravedad. El niño Francisco Bailén, de 9 años de edad se precipitó desde la bóveda de la iglesia hasta dar en el suelo con su frágil cuerpo, la altura era de 16 metros; sufrió graves fracturas de las que fue operado quirúrgicamente, recuperándose afortunadamente de todas.

    Pero no acabaron ahí las desdichas, al día siguiente 30 de abril, en el mismo instante en que era bendecida por el obispo de la Diócesis D. Pablo Barrachina la nueva iglesia del Oratorio Festivo, se encontraba la plaza Caturla y cuesta del Seminario abarrotada de gente que acudió al acto, entre los asistentes había un gran número de seminaristas, el que esto les escribe también se encontraba allí,  entonces comenzó el volteo de la campana, con tan mala fortuna que se desprendió el badajo saliendo volando e impactando en la cabeza del seminarista Ricardo Vicedo, causándole hundimiento de cráneo, por lo que tuvo que ser conducido de urgencia al Hospital Municipal donde fue intervenido quirúrgicamente a vida o muerte. Esa misma tarde, el seminarista recobró el conocimiento y, también milagrosamente, se recuperó de sus heridas.

    Este cúmulo de desgracias ocurridas, precisamente la víspera y el día de la inauguración de la nueva iglesia e instalaciones, empañó lo que pudo ser el culmen de una gran obra realizada con miles de dificultades. Sin embargo, y a pesar de las angustias que ambos casos le proporcionaron a don Antonio Roda, a los familiares de los chicos y a toda la comunidad escolar, supo don Antonio sacar su lado bueno, agradeciendo a la Santísima Virgen María Auxiliadora su intercesión por la pronta recuperación en los tres desgraciados accidentes.

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